Olympustime ; foro de rol

31-12-2011

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WeasleyE'
CAT_IMG Posted on 29/3/2013, 18:44




natalierhodes_imy8

Estaba completamente desvelada. No dejaba de dar vueltas en la cama intentando dormir, pero me era imposible. Apenas había dormido y eso no era bueno, más teniendo en cuenta la noche tan larga que me esperaría.
Mi mente no dejaba de darle vueltas a... bueno, a todo.
Estaban siendo unas vacaciones de Navidad distintas; desde el día de bungalow; los momentos con Jeremy; los momentos con mis chicas, Sadie y Mia; ¡el coche que me habían regalado!; hasta todo el drama familiar, especialmente con mi hermana.
Me puse música en el movil para intentar así dormirme y evadirme de todos los pensamientos. Poco a poco parecía que iba conciliando el sueño.

La música cesó y comenzó a vibrar el movil y a sonar la melodía que tenía para los mensajes, tan fuerte que casi me deja sorda. Me quité instintivamente los auriculares y leí el mensaje con los ojos entrecerrados. ¿Tienes planes para hoy o nos vemos en una hora? No importa, nos vemos en una horaen el parquecito :). No pude evitar reirme, Jeremy me acababa de planear el día. ¿En una hora? Miré el reloj y era ya casi media mañana, ¿tanto había dormido al final? Pegué un salto de la cama y fui directa a la ducha.
Tenía muchas ganas de estar con él, aunque cuando lo hacía no dejaba de pensar en que todo era un secreto, y que en el fondo era porque se avergonzaba de quien yo era. ¿Debería avergonzarme de mi misma yo también?
Era treinta y uno de diciembre pero no hacía demasiado frío. Decidí ir con ropa bastante cómoda. Guardé lo que podría necesitar en el bolso y bajé a desayunar antes de que se me hiciera más tarde.

En la cocina no había nadie, y no escuchaba ruidos en casa, igual es que estaba sola. No me apetecía nada dulce para desyunar, asi que me prepararé una tortita de queso. Mientras tostaba la tortita ecuché un chasquido desde otra habitación.
(Sr. Rhodes) - Buenos días dormilona - me dijo con una sonrisa.
- No sabía si estaba sola - me agaché y me besó en la frente.
(Sr. Rhodes) - Tu madre ha ido a comprar unas cosas para esta noche y tu hermana.. - puso cara de pensativo - no tengo ni idea de donde está.
- Como siempre - escuché el 'clin' de la tostadora - voy a desayunar.
(Sr. Rhodes) - ¿Vas a algún lado? - asentí.
- Voy a pasar el día con Sadie - dije lo más segura que pude.
(Sr. Rhodes) - Algún día tendrás que traerla a casa.
- ¿Para que esteis trabajando y comamos solas? O lo que es peor, ¿con Cristie?.
(Sr. Rhodes) - Anda, ve a desayunar - siempre me hacía lo mismo cuando sabía que tenía razón.
Salía humo de la tostadora. Mierda. Saqué la tortita, no estaba especialmente quemada pero.. Miré el reloj, tenía cinco minutos para comermela y estar en el parquecito. Iba tarde.
- ¡Auch! - grité, me había quemado. Aunque el queso achicharraba, me comí la tortita lo más rápida posible. Subí a lavarme los dientes y salía prácticamente volando de mi casa. Llegaba demasiado tarde, Jeremy me iba a matar.
 
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lorebabyv
CAT_IMG Posted on 2/4/2013, 22:33






Me deshice de los auriculares y aflojé el paso mientras recorria el camino de entrada hacía mi casa. Subí los tres escalones, eché hacía atrás la capucha de la sudadera gris y fui a girar el pomo a la vez que metía la llaves. Desde el otro lado, tiraron con fuerza. Me aparté tan rápido como pude.
(Sra. Bale) - ¡Oh, hola y adiós Jeremy! - soltó sin ni siquiera mirar. Aceleró el paso hacía aquel Chevrolet Malibú negro que, al parecer, la estaba esperando.
- ¡¿No vas a cenar aquí?! - le pregunté levantando un poco la voz.
(Sra Bale) - ¡Imposible, tengo mucho trabajo! ¡Feliz año! - Y tras esas últimas palabras, se levantó la falda del vestido negro lo necesario para poder subir al coche. Hice una mueca y entré en casa, dando un portazo tras de mí.
(Luce) - Algún día nos quedaremos sin puerta - dijo en voz alta, consiguiendo que la escuchara.
- Bien. - susurré mientras ponía los ojos en blanco. Ni siquiera me importaba. Mi padre salió de su despacho con grandes ojeras oscuras. Bostezó audiblemente y se restregó los ojos.
- ¿Buenas días? - le reproché con cara de asco.
(Sr. Bale) - Ojalá pudiera decir lo mismo.
- Déjame adivinar...¿mucho trabajo?
(Sr. Bale) - Ni te imaginas. Quería hablarte sobre lo de esta noche. - apreté la mandíbula.
- Si es por lo de mi madre, me da igual. - dije quitándole importancia, como si aquello no me doliera. Me miró de reojos y Luce apareció en el salón con una taza de café hirviendo. Mi padre la cogió con ganas y dió un pequeño sorbo. Finalmente asintió.
(Sr. Bale) - Espero poder terminar todo esto cuanto antes. - bajé la mirada y me sacudí el pelo. - Por cierto, si tienes planes hoy, espero que seas puntual para la cena. - alcé las cejas. - Sabes que a tu abuelo no le hace mucha gracia que aparezcas tarde.- ¿Mi abuelo? No sabía como tomarme aquello. Resoplé. Mi padre dió un sorbo más larga esta vez. Sin duda, le había costado soltarme algo parecido.
- Oh, ¡qué bien! - dije con sarcasmo. Recordé la fiesta en el pub. Me escabulliria en cuanto pudiera.
Subí las escaleras, deseando llegar al cuarto de baño. Había recorrido gran parte de la calle Alta, como solía hacer todas las mañanas en las vacaciones de Navidad. La niebla rozando el suelo, ni un alma en la calle exceptuando aquellos madrugadores que paseaban a sus perros, la música a todo volumen en mis odios... Era algo que me relajaba y que realmente necesitaba.
Una vez salí de la ducha, pensé en el aspecto de mi padre y en las prisas de mi madre. Un día más en mi casa, y me convertiría en un negociador sn escrúpulos, y eso era lo último que quería.
Me senté sobre la cama y empecé a escribir un mensaje de texto en el móvil.
¿Tienes planes para hoy o nos vemos en una hora? No importa, nos vemos en una hora en el parquecito :). Natalie, al menos, hacía que me olvidara de todo.
 
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lorebabyv
CAT_IMG Posted on 3/4/2013, 22:54






Empecé a escuchar una suave y melancólica música. Anduve por el pasillo del instituto, intentando seguirlo. Agudicé el oido para escucharla mejor. Me era tan familiar... y, a la vez, tan tranqulizadora. Cerré los ojos y respiré hondo. Averiguar de qué me sonaba parecía una pérdida de tiempo, es como si intentara llegar a ella, pero cuando estuviera apunto de rozarla, de sentirla por completo, de ver a la persona que cantaba para mí, cayera en el vacio. Como un salto en el tiempo. ¿Qué me había perdido? Entré en un pequeño patio, el cual estaba rodeado completamente por una enredadera, dejando espacios vacios que ocupaban el beige del color de la pared. Tres columnas salomónicas, pintadas de verde por aquella misma planta que tapaba la pared, se erguían a un lado del patio con fuerza, y entre las dos últimas columnas, Mia me esperaba con una resplandeciente sonrisa.
(Mia) - Ven, tengo que enseñarte algo. - estiró su brazo, y me tendió su mano. La cogí con suavidad y ella tiró de mí. - Venga, vamos. - insistió. Las ondulaciones le caían suavemente hasta los hombros, que brillaban desnudos por aquel vestido beige de palabra de honor. Me dirigió hacía una gran puerta marrón de madera. Posó su mano sobre la anilla negra que reposaba en la mitad de la puerta. Me dedicó una mirada de complicidad.
(Mia) - Tienes que verla. - dijo con efusividad.
- ¿A quién? - le pregunté confundido.
(Mia) - A la mujer que canta, tu madre. Tu hermana también te está esperando. - justo en el momento en el que iba a tirar de la anilla negra, se escuchó un grito de furia, de pérdida, de desilusión. Miré hacía atrás como un acto reflejo.
(Mia) - Sabes que tú no te mereces esto. Te mereces mucho más. - se mordió el labio. El cielo se tiñó gris. Tiró de las anillas con fuerza, y una intensa luz blanco me cegó por completo. Coloqué mi mano izquierda de visera y pestañeé varias veces. Fui a dar un paso, a atravesar aquella puerta y a seguir a Mia, el amor de mi vida, la que ma abría tantos caminos, pero era como si un muro transparente se hubiera interpuesto entre nosotros. Algo empezó a tirar de mi brazo.
- Mia... - intenté llamarla. No quería que siguiera sin mí. No quería que me dejara atrás. Quería estar a su nivel, pero no me dejaban. Seguían tirando de mí, pero seguí forzando. Por un lado, intenté deshacerme de aquello que me empujaba hacía atrás, y con la otra mano, hice vibrar aquel muro con varios puñetazos, uno detrás de otro.
- ¡Mia! - volví a gritar. Pero no me escuchaba, o no quería hacerlo. No estaba dispuesto a perderla. No quería perderla.
No sé cuantas veces más grité su nombre antes de despertar completamente sudado sobre la cama. Mi madre tiraba de mi brazo, por un intento de despertarme y estuve a unos centímetros de chocar contra su cabeza tras levantarme casi ahogado.
(Sra. Freeman) - ¡Kyle! Me has pegado un susto de muerte. - dijo con una mano en el pecho. - ¿Te encuentras bien? - Parecía que no sabía preguntarme otra cosa. Me dejé caer de nuevo sobre la cama, intentando coger el aire que me faltaba. - No dejabas de moverte...y de agitar los brazos como un loco. - me tendió un vaso de agua. Me incorporé de nuevo, esta vez con más suavidad.
(Sra. Freeman) - Y empezaste a balbucear cosas...sin sentido. No estarás tomando ninguna sustancia...ya sabes... - me juzgó con la mirada y se puso de pie, cruzando los brazos. Negué, aún pensado en el sueño que había tenido. Bueno, había empezado como tal, pero había terminado como una pesadilla... No podía quitarme a Mia de mi cabeza. Rondaba por ella a cada minuto, a cada segundo. Ya no era solo protagonista de mis sueños, si no también de mis pesadillas. Me froté la cara, intentándome convencer de que todo había pasado, y que realmente nunca sucedería.
(Sra. Freeman) - Un buen baño no te vendría nada mal. Hay que preparar bastantes cosas, y necesito tu ayuda. - al ver que no movía, empezó a aplaudir mientras me quitaba el edredón y las sábanas de encima y decía: Vamos, vamos, intentando animarme.
- Mamá. ¿Alguna vez me has cantado... - tragué saliva antes de continuar - alguna nana? - Mi madre hizo una mueca. Tenía una expresión dura marcada en el rostro, hasta que soltó una risita tonta, y suavizó la expresión.
(Sra. Freeman) - Los casetes lo hacían mejor que yo, pero estaba a tu lado hasta que te dormías. - me dedicó una leve sonrisa y cerró la puerta tras de sí. Noté su presencia detrás de ella unos segundos más. ¿Le había preocupado aquella pregunta?

Bajé las escaleras con rapidez. Mi madre estaba preparando la cena familiar de esta noche pero, para mí, no sería tan familiar si faltaba mi hermana y Mia. Ya que una de ellas había confirmado su ausencia, estaba dispuesto en conseguir una respuesta afirmativa en caso de la otra persona. Me senté en la emsa del comedor, dando los primeros bocados a mi desayuno.
(Sra. Freeman) - Tienes que ir al centro comercial y comprarme... - dijo mientras seguía escribiendo en un folio - esto. - puso el papel sobre la mesa con un golpe sordo. Eran bastantes cosas y casi me atraganté con la leche. Mi madre me dió unos golpecitos en la espalda.
(Sra. Freeman) - Madre mia, Kyle, para de hacer esas cosas. Algún día me matarás del susto. - la miré de reojos.
- Estoy bien. - afirmé. Sin duda, eran sus dos palabras preferidas.
(Sra. Freeman) - Perfecto. No son tantas cosas, y no tienes porque traerlo tú. Que lo traigan a domicilio. - me sonrió, intentando calmar el ambiente y antes de que pudiera salir del salón, la llamé.
- ¡Mamá! - se giró para mirarme. - Voy a invitar a Mia a la cena de esta noche. - se quedó pensativa durante unos segundos mirando al suelo, con una mano apoyada sobre el marco de la puerta.
(Sra. Freeman) - Me parece bien. - asintió mientras la comisura de sus labios se elevaban. Alcé las cejas, sorprendido por la facilidad de la situación.
Cogí la lista de la compra que había dejado allí mi madre. La mantuve en alto durante unos segundos y empecé a pensar en Mia y en cual podría ser su reacción. No es que se sentiria realmente cómoda en compañía de mi madre... Me la imaginé con un vestido precioso, disfrutando junto a ella esa noche tan especial. Miré hacía un lado y asentí suavemente ante la idea que me rondaba por la cabeza.
Cogí la chaqueta del armario de entrada y abrí la puerta del garaje. Me subí en la moto y arranqué, conduciendo unos pocos metros hasta llegar a la casa de Mia.

Me bajé de la moto y me dirigí hacía su puerta. Dudé un poco antes de llamar, hasta que finalmente lo hice. Esperé con las manos detrás de los bolsillos, mirando más allá de la calle. Escuché la puerta crujir un poco al abrirse y Mia se apoyó en la puerta con dulzura.
(Mia) - Buenos días, Kyle. - sonreí ante su saludo.
- Un momento. - me estiré un poco hacía ella y le dí un pequeño beso en los labios. Un suave roce. - Ahora sí, buenos días. - Era como si necesitara comprobar que ella estaba conmigo. Alzó las cejas tras una leve sonrisa. No podía apartar la mirada de ella.
(Mia) - ¿Y?
- Y... me preguntaba si querrías venir a cenar esta noche. Conmigo. En mi casa. - no estaba dispuesto a decir nada más.
(Mia) - Y con tu madre, tu padre, tu familia... - siguió nombrando. La paré antes de que continuara.
- Muy lista. - se quedó pensativa durante unos segundos.
(Mia) - Está bien. Iré. - sonreí ampliamente. Una espesa melena castaña apareció tras la silueta de Mia, apoyándose en su hombro.
(Sra. Roberts) - ¡Oh, Kyle! No te quedes ahí fuera. Venga, pasa. - me ofreció.
- Gracias, Sra. Roberts, pero la verdad es que tengo que encargarme de...algo. - se encogió de hombros y le dió un pequeño beso en la mejilla a su hija para, seguidamente, desaparecer.
- De todas formas, pensé que querrías dar una vuelta. La última del año.
(Mia) - Y yo pensaba que tenías que encargarte de...algo. - dijo, imitándome en esto último. Le dediqué una sonrisa y me encogí de hombros.
- Lo primero, es lo primero. - me acerqué un poco más a ella, pero se apartó.
(Mia) - Tengo que ir a comprarme un vestido. Para esta noche. - repuso. Sonreí complacido.
- Suponía que dirías eso. - me hice a un lado, mostrando la moto que descansaba en el asfalto, junto a la cera. Mia puso una mueca, y rapidamente se mordió el labio. Podría decir que parecía ansiosa.
(Mia) - No tardo. - se dió media vuelta y yo me dirigí hacía la moto, reposándome en ella hasta que atravesó la puerta y aceleró el paso hacía donde me encontraba.
Nos colocamos sobre la moto y me pasó los brazos por la cintura, lo que me provocó una media sonrisa.
 
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dbCris
CAT_IMG Posted on 5/4/2013, 12:15




MiaRobertsjpg

Kyle era mi primer pensamiento al despertarme. Estaba todo el día en mi cabeza y no me importaba, al contrario, le necesitaba. Su sonrisa, su mirada, sus bromas, esa picardía suya que me volvía loca... Me mordí el labio y me giré sobre el otro costado sintiendo el calor del edredón que me cubría. Quería volver a estar entre sus brazos, sentir su calor y oir su voz.
Bajé a desayunar.
- Buenos días. - les dije a mis padres besándoles en la mejilla.
(Sra. Roberts) - Buenos días, cariño. Mira lo que tu padre nos ha hecho esta mañana. - Me enseñó un plato lleno de borrachuelos, siempre los hacía por Navidad.
- ¡Qué ricos! - cogí uno y le pegué un mordisco. Charlamos de cosas sin importancia mientras desayunábamos.

Me puse un vaquero elástico y una camiseta de mangas largas y bajé al salón. Para estar a finales de año el sol lucía fuera y no hacía demasiado frío.
(Sr. Roberts) - ¿Hoy no quedas con Kyle? - me preguntó dejando de leer el periódico.
- Supongo que nos veremos en la fiesta del pub, dentro de un rato le llamaré. - Por si acaso estaba dormido todavía.
(Sra. Roberts) - ¿Tienes vestido para esta noche? - negué con la cabeza.
- Vamos a tener que ir de comprar. - dije ilusionada. Llamaron a la puerta. - Voy yo.
Miré por la mirilla. Hablando del rey de Roma... Abrí la puerta y me apoyé en ella.
- Buenos días, Kyle. - una sonrisa se le dibujó en la cara.
(Kyle) - Un momento. - se estiró hacia mi y nuestros labios se rozaron con suavidad. - Ahora sí, buenos días. - Estos pequeños detalles hacían que cada día me enamorara más de él. Sonreí levemente y alcé las cejas. No apartaba la vista de mi.
- ¿Y? - sentía curiosidad por su visita.
(Kyle) - Y... me preguntaba si querrías venir a cenar esta noche. Conmigo. En mi casa. - esperé que continuara pero no añadió nada más.
- Y con tu madre, tu padre, tu familia... - seguramente hasta habría empleados sirviendo la comida. Me paró antes de que pudiera decir a alguien más.
(Kyle) - Muy lista. - Una cena con la madre de Kyle... no es que me apeteciera mucho pero a lo mejor así podríamos llegar a llevarnos bien.
- Está bien. Iré. - sonrió ampliamente. Mi madre apareció a mi lado, apoyándose en mi hombro.
(Sra. Roberts) - ¡Oh, Kyle! No te quedes ahí fuera. Venga, pasa. - se ofreció con amabilidad.
(Kyle) - Gracias, Sra. Roberts, pero la verdad es que tengo que encargarme de...algo. - se encogió de hombros y me dió un pequeño beso en la mejilla y desapareció.
(Kyle) - De todas formas, pensé que querrías dar una vuelta. La última del año.
- Y yo pensaba que tenías que encargarte de...algo. - imité el tono con el que lo había dicho. Me sonrió y se encogió de hombros.
(Kyle) - Lo primero, es lo primero. - se acercó un poco más a mi, pero me aparté.
- Tengo que ir a comprarme un vestido. Para esta noche. - parecía que le gustaba esa idea porque sonrió.
(Kyle) - Suponía que dirías eso. - se echó a un lado, dejándome ver una moto aparcada en la acera, su moto. La misma del desfile. Puse una mueca al recordar que el casco casi me destroza el peinado y lo incómoda que estaba con ese vestido ajustado montada en esa bestia de metal. Pero la sensación de libertad y sentir a Kyle tan cerca... me mordí el labio.
- No tardo. - dije dándome media vuelta. Subí las escaleras corriendo, cogí una cazadora, el móvil y dinero, fuí al salón.
- Voy a dar una vuelta con Kyle. - le dí un beso rápido en la mejillas a mis padres y me dirigí hacia la puerta.
(Sr. Roberts) - ¿Volverás para comer? - recogí las llaves del colgador.
- No. Sí. No sé, supongo. ¡Hasta luego! - cerré la puerta y me acerqué a paso rápido a Kyle. Estaba apoyado en la moto y esa cazadora de cuero le sentaba como un guante.
Una vez colocados los cascos, nos sentamos sobre la moto y le rodeé la cintura con los brazos, sintiendo los nervios en mi estómago. Arrancó y nos pusimos en marca. Sonreí al sentirlo tan cerca de mi.
 
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WeasleyE'
CAT_IMG Posted on 5/4/2013, 16:55




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- Toc, toc - dije mientras sacaba las llaves de la puerta al entrar en casa de mi abuela. Escuché unas risas que provenían del salón. Dejé las bolsas en la cocina y me asomé. Mi abuela estaba sentada con una amiga, hablando y riendo.
(Abuela) - No te había oido entrar - dijo con una amplia y sincera sonrisa. Me acerqué, le di un beso en la mejilla y un fuerte abrazo. Mi abuela era lo más importante que tenía.
(Sra. Fell) - Llevabas toda la razón cuando me hablabas de ella.
(Abuela) - ¿Sobre lo mucho que quiere a su abuela? - llevaba toda la razón.
(Sra. Fell) - En que se parece mucho a su madre - se me hizo un nudo en el estómago y un sentimiento de tristeza me invadió. - ¿no te lo han dicho nunca? - me dijo sonriendo. Intenté devolverle la sonrisa. Por una parte me alegraba oírlo, era bueno, pero por otra hacía que no volviera a dejar de pensar en ella, y en mi padre.
- Pocas veces - se acercó su bolso, de piel de cocodrilo y comenzó a rebuscar en él. Sacó un enorme monedero y de él una foto. Me acerqué para cogerla. Estaba un poco rasgada pero en ella se le podía ver a ella y a mi abuela, mucho más jóvenes en la playa, y a una niña de unos trece o catorce años haciendo una carantoña tras ellas.
(Sra. Fell) - Siempre me ha encantado esa foto - por como recuerdo a mi madre, sí se parecía a mi, y de chica aún más por el tono de piel, aunque por la vitalidad que desprendía en aquella foto más bien se parecía a mi hermano. ¿Seguiría siendo igual de divertido que siempre? Intenté no pensar ahora en él.
- ¿Por qué tiene esta foto?
(Abuela) - Audrey y yo eramos, y somos, íntimas amigas.
- Nunca la había visto antes - comenté.
(Sra. Fell) - Eso es porque me fui de la isla muchos años, he vuelto a pasar las navidades - sonreí por educación. Me estaba dejando de interesar esta conversación, además no me sentía demasiado cómoda.
- ¿Os importa si voy preparando la cena? - negarón. Antes de salir me percaté de que quizás se quedaría. - Perdona, ¿va a quedarse a cenar? - negó, me dijo algo de su marido, decidí como quien no quiere la cosa ir yéndome poco a poco conforme hablaban de él y se iban olvidando de que estaba allí.

Preparé la cena, quizás demasiada cena para dos personas. Mi abuela se encargó de poner la mesa. Había llamado a Logan para saber si iba a ir a la fiesta en el pub, pero no estaba por la labor, estuve a punto de decirle que se viniera a cenar, seguro que se quedaría solo en su casa, pero mi abuela haría demasiadas preguntas.
(Abuela) - Última cena del año con la mejor compañía.
- Aunque podría ser mejor.. - dejé escapaz en voz baja, pero no lo suficiente para que ella no lo oyera.
(Abuela) - Hoy no, Lorrein. - fijé mi atención en la televisión, aunque no en lo que estaba viendo. Esta podría ser una cena de tres, si me hubiera creido.
Despues de un rato de silencio comenzamos a hablar de algunas cosas y como siempre acabamos con los 'recuerdos'. Según mi abuela, mi hermano era incapaz de soplar y de que del molinillo de papel saliera el rizo, se echaba a llorar y si no le ayudaba no se tranquilizaba.
- ¿Y aprendió?
(Abuela) - No que yo recuerde - ambas nos reimos. La televisión nos avisó de que iban a dar las campanadas. Preparamos nuestras uvas y.. ¡1, 2, 3... 12! Al final no pude evitar acabar en carcajadas y casi atragantándome. Me levanté y le di un fuerte abrazo deseándole el mejor año posible. Escuché de fondo los fuegos artificiales pero prefería quedarme acurrucada entre lo brazos de mi abuela, como siempre había hecho.

Dejé a mi abuela disfrutando de un programa recopilatorio de los mejores fin de años, o algo así y fui a ducharme y vestirme para ir a la fiesta. Antes de irme mi abuela me obligó a hacerme una foto con su vieja cámara de carrete.
(Abuela) - Ten mucho cuidado, ¡y no bebas si vas a coger el coche!
- Tranquila abuela, y no me grites - dije riéndome.
(Abuela) - Pensaba que te habías ido. - fui corriendo, o lo que me dejaron los tacones y le planté un beso muy fuerte en la mejilla.
- Nunca sin despedirme - le dije adiós con la mano y puse rumbo al pub. ¿Sería una buena noche al final, o pintaba tan aburrida como suponía?
 
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WeasleyE'
CAT_IMG Posted on 22/4/2013, 15:00




natalierhodes_imy8

Entré con una sonrisa en la cara y con un montón de barro por el cuerpo y la ropa. Literalmente, era un cerdo que se acababa de revolcar en una pocilga, pero nunca olvidaría lo bien que me lo había pasado con Jeremy. Provocaba que me olvidara de todo lo demás, que me sintiera la chica más especial de todas, aunque solamente cuando estábamos a solas. A veces eran lo único que necesitaba, eran estos momentos los únicos que me importan, pero otras, anhelaba más.
(Cristie) - ¿Dónde te has caído ahora? – me dijo con cara de asco. Le devolví la mirada. Ya estaba vestida y preparada para la cena. Un vestido negro de pequeños encajes le marcaba perfectamente la figura, y sobre los hombros le caía su largo y ahora rizado cabello.
- ¿Vas a salir esta noche? – le pregunté y asintió. Esperaba que no fuera el pub, no tenía ganas de aguantarla toda la noche.
(Cristie) – Voy a una fiesta privada, no se admiten cerditos – suspiré aliviada, intentado ignorar su comentario despectivo. En ese momento escuché un pequeño grito de mi madre. – Y por cierto, ¿sabes para qué sirven los móviles? – iba a contestarle cuando mi madre asomó por la puerta.
(Sra. Rhodes) - ¿Se puede saber dónde te has caído? – caer, caer, caer… Era lo que me identificaba. Refunfuñé. – van a llegar los invitados en breves, ¡ve a prepararte!
- ¿Invitados?
(Sra. Rhodes) – Viene tu primo – la miré pensativa – Josh y bueno, su novia Mikayla – dejé caer un ‘aaaah’, pero ¿de tan lejos venían solo para pasar el fin de año aquí? – como no has contestado a las llamadas, normal que no lo sepas, ¿para qué tienes móvil? – ya me estaba cansando.
- ¡Se me ha quedado sin batería! ¿Vale? – dije casi en un grito. Que pesadas.
Decidí no darle importancia y subir a prepararme antes de que empezara a ponerse tan roja como su pelo. Cuando había que preparar importantes cenas, o comidas, mi madre se ponía histérica y se agobiaba, quería como su trabajo, que todo fuera perfecto y no faltara ni un solo detalle.

Estuve duchándome durante un largo tiempo para que no quedara ni un poco de barro, especialmente en el pelo. La música sonaba de fondo tras el sonido del agua al caer. Wannabe de las Spice Girls marcaba el ritmo y no pude evitar cantar a toda voz.
Salí de la ducha con cuidado porque… podía caerme. Puse los ojos en blanco, ¿alguna vez dejarían de verme tan patosa?
Me miré en el espejo y ladeé la cabeza. Hice una pequeña mueca con la boca y ladeé hacia el otro lado. El pelo suelto no me pegaba. Me lo sequé bien y me recogí un moño algo imperfecto, pero no estaba mal.
El vestido colgaba de una percha sobre las puertas del armario. Me lo habían regalado por Navidad y, era fabuloso. Me lo puse con cuidado intentando no destrozarme el moño. A través del espejo ví a mi hermana, apoyada sobre la puerta.
(Cristie) - ¿Me puedes retocar? – dijo alzando el rizador que tenía en la mano.
- ¡Ja! ¿Por qué tendría que hacerlo? - ¿de que iba ahora pidiéndome favores?
(Cristie) – Porque esos son mis tacones – me dijo señalándolos. Puse los ojos en blanco, no me iba a quedar más remedio. Cogí el rizador el le retoqué por detrás el pelo. De vez en cuando se quejaba pero me daba igual, no iba a tener cuidado.
El timbre sonó y supuse que eran los invitados. Terminé rápido con ella y me maquillé cuidadosamente, me puse los accesorios y los tacones, y bajé antes de que me avisaran desesperados por mi tardanza.
Un rico olor a jamón asado recorría la casa, junto a las risas que provenían del salón-comedor. Entré saludando. Mi primo se acercó a mí para darme un abrazo. No lo veía desde que habíamos vuelto a la isla. Josh era de piel algo morena, igual de bajito que yo y guapo, muy guapo. Su novia, Mikayla era ligeramente más alta que él, castaña con unas mechas californianas rubias y de complexión media, irradiaba siempre una sonrisa y una simpatía que a veces podía resultar irritante. Ambos tenían unos cuatro años más que yo.
- ¿Qué hacéis aquí? – pregunté curiosa, aún no me había quedado claro.
(Josh) – Hemos decidido hacer un viaje por las islas griegas, y preferíamos pasar el fin de año con la familia.
- ¿A estar los dos… solos? – enfaticé un poco en ‘solos’ y se rieron.
(Mikayla) – Tenemos muchos días para estas solos, y más ahora – fruncí el ceño – nos hemos ido a vivir juntos – mis padres les felicitaron y dejaron caer algo de una boda, aunque ellos huyeron de ese tema.

Como siempre, era una abundante cena, apenas había sitio libre en la mesa. Mi primo trabajaba desde hace poco como reportero deportivo en un periódico y nos contó acerca de ello. Mikayla se limitaba a sonreír, sonreír y sonreír, y apenas hablaba. Era algo tímida. Mi padre atendió una serie de llamadas durante la cena. ¿En serio? ¿La noche de fin de año? Le dijo algo a mi madre en un susurro tras la última de las llamadas y sus labios se volvieron una fina línea.
- ¿Pasa algo? – pregunté, poco esperanzada de conseguir una respuesta. Mi padre negó quitándole importante con una leve sonrisa. No me convenció pero, estaba acostumbrada a este tipo de reacciones.

Cuando se acercaba la media noche, nos trasladamos al salón y encendimos la televisión a la espera de que llegaran las campanadas. Mikayla se dedicó a hacer fotos, para tener recuerdos de su fantástico viaje, decía una y otra vez.
Llegó la hora de las campanadas. Cada uno cogió su cuenquito con las uvas. Mi padre se sentó en el sillón y yo en su reposabrazos. Me miró con una gran sonrisa, aquella que aún no había visto en toda la noche.
‘Clon, clon, clon…’ – comenzaron a sonar y cada uno a comerse cada una de las doce uvas. Llegando ya a la onceava no me cabían más, no me daba tiempo a masticarlas y tragarlas. Finalmente con la última comencé a toser a atragantarme. Vi de reojo como mi hermana me miraba, se echaba a reír y acababa atragantándose también, por lo que me causó otro ataque de risa. Mi padre empezó a darle palmaditas en la espalda hasta por fin pude tragarlas y aclararme la garganta.
(Josh) – Hay cosas que no cambian, ¡echaba de menos ver estas cosas! – le fulminé con la mirada. Vaya comienzo de año. Todos empezaron a abrazarse y a desearse el más prospero año nuevo.
Subieron el volumen a la televisión y al programa de música que había comenzado. Hacía tiempo que en mi casa no se escuchaban tantas risas. De pronto mi primo pidió que guardáramos silencio. Tomó la mano de Mikayla y se arrodilló. Dejé escapar un ‘ooh’ al ver lo que estaba a punto de ocurrir.
(Josh) – Mikayla – suspiró - ¿quieres casarte conmigo? – en la otra mano llevaba una pequeña cajita de terciopelo negro. Al abrirla un sencillo pero precioso anillo con un pequeño diamante asomó. A pesar de que llevaba toda la noche sonriendo, Mikayla asomó la mayor sonrisa que jamás le había visto. Asintió, nerviosa y con lágrimas en los ojos. Él le puso el anillo, se levantó y la besó.
(Cristie) - ¡Mierda! – miré a mi hermana, estaba llorando y el rimel se le corría. Mi padre le estrechó la mano a mi primo y mi madre abrazó cariñosamente a ella. Intenté imaginarme a Mikayla vestida de novia y a mi primo esperándola en el altar y sin duda me entraron aún más ganas de llorar. Me imaginé también ¿de dama de honor, quizás? ¿Con Jeremy de acompañante? Sonreí. Mi movil estaba sobre la mesita y comenzó a vibrar. Tenía un mensaje, de Jeremy. Estoy fuera, esperándote con el coche. Me extraño tanto el mensaje que me acerqué a la ventana y asomé por la cortina. Otro coche, limpio como lo había estado el otro a principio de la tarde aguardaba frente a mi casa.
(Sra. Rhodes) - ¿Qué haces? – me preguntó asomándose también por la ventana. Negué con la cabeza. - ¿quién es? – al ver mi expresión, agarró mi mano y la dobló un poco para poder ver la pantalla del móvil. Alzó las cejas y sonrió. Se alejó de allí, sabía lo que iba a hacer. No, no, no. Miré por la ventana, mi madre andaba por los adoquines del jardín al paso más rápido que le permitían sus altos tacones y comenzaba a hablar con él a través de la ventanilla. Seguidamente lo vi salir del coche. Me llevé una mano a la frente, tierra trágame.
(Sra. Rhodes) – Pasa, pasa, no te cortes – decía mi madre dulce, pero a la vez autoritariamente, como si no le quedara a él otro remedio que hacer lo que ella decía. Jeremy entró en el salón con una mano en la nuca, algo avergonzado. No tenía nada que ver con el Jeremy al que había visto unas horas antes lleno de barro. Llevaba un elegante traje de chaqueta y con el pelo repeinado hacia atrás. Me mordí el labio, intentando aguantar las ganas que tenía de acercarme a él, besarle y sentirme cerca suya, como había hecho esa misma tarde. Definitivamente, Jeremy Bale era perfecto. Me buscó con la mirada, al encontrarme me examinó de arriba abajo con una gran sonrisa, que pronto disimuló.
(Cristie) - ¿Qué haces tú aquí? – preguntó borde.
(Jeremy) – Emm, como… - no sabía exactamente que decir – como el día de la nieve me trajeron, esta era una buena oportunidad de devolver el favor – dijo cortésmente.
(Sr. Rhodes) – Este chico me gusta, buen gesto – objetó mi padre.
(Josh) – Este es más guapo que el anterior – me dijo mi primo, lo suficientemente fuerte como para captar la atención de Jeremy. Le pegué un pequeño codazo para advertirle que no siguiera hablando.
Mi madre sirvió unas copas y le dio una a Jeremy; brindamos y vi el momento perfecto para salir de allí, no sin que antes Mikayla nos hiciera una foto. Jeremy pasó su brazo por detrás, sentí su mano sobre la parte baja de mi espalda. Era la primera foto que nos sacábamos juntos. Mi hermana miraba celosa e incluso llena de rabia, motivo más para que yo sacara una gran sonrisa ante la cámara.

- Lo siento, lo siento, lo siento – me disculpé cuando entramos en el coche. Se echó a reir.
(Jeremy) – No pasa nada – seguí negando con la cabeza – de verdad… - intentó convencerme. – Pero tendrás que hablarme de ‘ese otro’ – le miré boquiabierta, sabía que se había quedado con el detalle. Arrancó el coche y de un acelerón salimos de aquella zona.
 
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dbCris
CAT_IMG Posted on 26/4/2013, 12:28




AlexisJackmannuevobanner_zps45979227

Condujo por una hilera de casas grandes y decoradas con numerosos adornos navideños. Se acabó la carretera de asfalto y el coche traqueteó por el camino de tierra. Pasamos por un bache.
(Doctor) - Lo siento. Ya le he pedido al ayuntamiento que asfalte esta carretera pero no me hacen caso, se me va a destrozar el coche.
- ¿Y por qué no la arreglan? - esquivó otro bache.
(Doctor) - Supongo que no les saldrá rentable. Por aquí solo está mi casa, así que... - se encogió de hombros.
Subimos una cuesta y una enorme casa apareció ante nosotros. Una gran muralla la rodeaba y una verja metálica indicaba la entrada. El doctor pulsó un botón de su coche y la verja se abrió. Un enorme jardín algo descuidado decoraba los alrededores de la casa. Apenas se podía ver más allá de los faros del coche pero me pareció distinguir una piscina. Aparcó junto a la puerta principal donde colgaba una discreta corona navideña con flores rojas que resaltaban sobre el verde artificial.
- Bonita casa. - le dije.
(Doctor) - Si, pero demasiado espaciosa para mi. - Bajó del coche y le imité.
- ¿Vive usted aquí solo, doctor Harrison? - Subió las escaleras del porche y metió las llaves en la cerradura.
(Doctor) - Si, y llámame Henry, por favor. El 'doctor' lo reservo para cuando trabajo, - abrió la puerta, se dió media vuelta y abrió los brazos entrando en su casa. - fuera soy solo Henry. - asentí, siguiéndole. Una larga escalera estaba justo en frente de la entrada, a la derecha había un amplio salón y a la izquiera la cocina. Me froté los brazos y entonces me di cuenta de lo helados que tenía los pies con esas zapatillas usadas que me habían dado en el hospital.
Henry se frotó las manos.
(Henry) - Hace frío, ¿verdad? - fue hacia el termostato y puso la calefacción. - Por eso no me gustan estas casas tan grandes, siempre hace frio.
- Si no te gustan tan grandes, ¿por qué te has comprado esta casa?
(Henry) - En realidad no es mi casa, es la de mis padres. Su casa de verano. Como ya apenas la usan y encontré una oferta de trabajo aquí, me la han dejado para mi, igual que los coches. - ¿Los? ¿En plural?
- Vaya, no te puedes quejar entonces. - le sonreí.
(Henry) - Pues no, aunque siempre habrá algo de lo que quejarse. Te voy a hacer una visita guiada. Sigame señorita. - se giró y empezó a mostrarme toda la casa.

Nos paramos frente a unas puertas correderas de madera.
(Henry) - Y esta es mi habitación preferida. - Empujó las puertas y me hizo una seña con el brazo para que pasara delante. Era una gran sala. Las paredes de la derecha y de la izquierda estaban completamente cubiertas por estanterías que llegaban desde el alto techo hasta el suelo, una escalera de mano descansaba en una esquina. Las de la derecha estaban repletas de libros de todas clases, gordos, finos, de fantasía, históricos, mitológicos... Recorrí sus lomos con las yemas de los dedos, reconocía alguno de ellos. En las de la izquierda descansaban películas originales, CDs, discos de vinilos y colecciones de series. En el centro había una mesa baja con algunos libros y unas cómodas butacas rojas. En la pared, un enorme televisor de plasma. Había unos grandes altavoces repartidos por la habitación y un diván junto a un gigantesco ventanal.
- Wow. - fue lo único que conseguí decir.
(Henry) - Impresionante, ¿a que sí? - Sonrió satisfecho. - Cuando no estoy trabajando, estoy aqui metido. - Me dirigí a la estantería de la música.
- ¿Discos de vinilo? Creía que ya no existían.
(Henry) - Pues todavía existen, sobre todo para coleccionistas. - Saqué uno de la ordenada fila y observé la portada. Miró por encima de mi hombro. - Tienes buen gusto. - Me lo quitó de las manos y lo colocó en el tocadiscos.
Guardamos silencio, dejando que la música inundara la sala. Era una canción lenta, perfecta para esos años en los que las damas llevaban corpiños y engorrosas faldas y los caballeros miraban sus relojes de bolsillo esperando no perder el tren que les llevara hacia su nublada y querida Londres. La canción terminó y sentí un triste vacío.
(Henry) - Preciosa, ¿verdad? - Asentí, el cansancio se apoderó de mi. Retiró con cuidado la aguja del disco y lo volvió a poner en su sitio tras pasarle un trapo. - Supongo que querrás darte un baño y cambiarte de ropa. Creo que todavía tengo alguna de mi hermana por ahí.

Me sumergí en la espumosa bañera olvidándome de que lo había olvidado todo. Deseando quedarme bajo la tranquilidad del agua para siempre pero tenía que coger aire. Salí del baño de la habitación de invitados y miré la ropa que había sobre la cama. Me puse un pijama de seda azul, las mangas me quedaban un poco cortas pero por lo demás me quedaba bien. Bajé las escaleras siguiendo el ruido de la televisión. Henry estaba en el salón.
- Creía que cuando no trabajabas, estabas en esa sala. - señalé por encima de mi hombro. Se giró al oirme.
(Henry) - Hoy es una excepción. ¿Quieres? - Me preguntó ofreciéndome un bol lleno de patatas de paquete. Negué.
- Ya he cenado en el hospital. - Miré los cacharros de la cocina que estaban sobre la mesa auxiliar. - ¿Y esto?
(Henry) - Costumbres australianas. Al llegar la medianoche en fin de año, hacemos la mayor cantidad de ruido posible, la gente sale a la calle con sus coches para tocar el claxon, compran silbatos, dan palmadas... - Así que por eso el acento extraño...
- Que costumbres más extrañas teneis, aqui se toman las doce uvas y se brinda con champán. - Me senté en el sofá junto a él. Arrugué la nariz. - Aunque nunca me han gustado, solo me las tomaba por tradición. - Me miró de reojos.
(Henry) - ¿Ya recuerdas algo? - Volví mi vista hacia la tele.
- Algunas cosas, como los libros y películas de la otra sala, que me gustan las mandarinas y que odio a los perros. - Reimos.
(Henry) - ¿Odias a los perros? - dijo sorprendido. - Con lo buenos que son... - Me encogí de hombros. - ¿Cómo te puedo llamar? Por lo menos hasta que sepamos tu verdadero nombre, se me hace raro no poder llamarte de ninguna forma.
- Camile dice que tengo cara de Andrea o de Helena, con hache. - señalicé. Me observó pensativo.
(Henry) - Helena... me gusta. Como en la mitología greco-romana. La esposa de Menelao, rey de Esparta, la supuesta "causante" de la guerra de Troya, conocida por su gran belleza, el premio de Paris por elegir a Afrodita como la diosa más hermosa. En mi opinión, los espartanos buscaban cualquier excusa para atacar Troya y la encontraron. - Alcé una ceja y él bajó la vista con una sonrisa timida. - Ya... soy una especie de obseso por la mitología.
- Eso está bien, cada uno tiene sus hobbies. Llámame Helena entonces, me suena esa guerra de Troya, cuéntame más. - le pedí.
(Henry) - El deseoso de inmortalidad, el invencible Aquiles, participa en la guerra, ¿conoces la expresión 'el talón de Aquiles'? Pues viene de él. Espera, tengo la película de Troya versión extendida, en cuanto den las campanadas la vemos y así te enterarás mejor. - Faltaban 10 minutos para la medianoche. - Tengo uvas, ¿quieres que las traiga? - tuvo la intención de levantarse del sofá.
- No, vamos a hacerlo a tu forma. - Cogí una cuchara de la mesa y golpeé uno de los cazos. - ¿Así? - Asintió.
(Henry) - Pero mucho más fuerte. - dijo con una sonrisa.

Los párpados se me cerraban solos pero la película estaba interesante. Estábamos en la sala de las enormes estanterías, sentados en las cómodas butacas rojas. El doctor se refería a ese lugar como 'Su Rincón' o 'La Guarida'. El sonido de unas espadas al chocar me hizo dar un brinco, me estaba quedando dormida.
(Henry) - Lo podemos dejar para otro día. - dijo dándole al botón de pausa del mando.
- Creo que va a ser lo mejor, estoy agotada. - Me quité la manta que me había dado Henry y me levanté. - Gracias por todo.
(Henry) - ¿Quieres que te acompañe a tu habitación o recuerdas como llegar? - se ofreció amablemente.
- Lo recuerdo, tengo buen sentido de la orientación. Hasta mañana.
(Henry) - Que duermas bien. - Subí a la habitación de invitados y cerré la puerta, cogí el sueño pronto pero me desperté varias veces, recordando fragmentos de sueños sin sentido.

Me desperté en el rellano de la escalera, justo antes de que los escalones empezaran a bajar. Henry me sujetaba del brazo.
(Henry) - ¿Estás bien? - Me sentí desorientada.
- ¿Qué estoy haciendo aquí?
(Henry) - Eres sonámbula, escuché la madera crujir y te vi andando por aqui, menos mal que te he parado antes de llegar a los escalones. - Me aparté de la escalera. - Estabas hablando sola.
- ¿Y qué decía?
(Henry) - No se te entendía bien, murmurabas algo sobre encontrar a alguien.
- ¿A quién? - se encogió de hombros.
(Henry) - Eso no lo decías. Lo que si decias era que querías comer uvas junto a tu perro. - Dijo aguantando una sonrisa.
- Mentiroso. - sonreí y nos reimos.
(Henry) - Me vuelvo a la cama que entro a las 2 y si un médico no descansa bien no es capaz de cuidar de los enfermos correctamente.
- Yo me quedaré un rato más despierta. ¿Tienes un ordenador con Internet? - me miró extrañado.
(Henry) - Si, claro. Puedes usar mi portatil pero Internet aquí va muy lento. - Me dió el maletín con el portatil. - Espero que no te desespere mucho, ten paciencia con él.
- Gracias. - Volví a mi habitación y lo coloqué sobre la mesa del escritorio. Busqué información sobre la pérdida de memoria: amnesia temporal, casos de personas que habían vuelto a recordar e incluso encontré remedios caseros para la falta de memoria. Intenté buscarle sentido a los fragmentos de mi sueño: agua, una playa, gente en bata, un chico de ojos azules...
Puse 'Olumpustime' en un buscador pero había poca información sobre la isla. Me parecía un buen destino para el turismo como para que no hubiera más datos sobre ella. Seguí buscando...

Edited by lorebabyv - 26/4/2013, 13:52
 
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lorebabyv
CAT_IMG Posted on 7/6/2013, 22:03






Observé una furgoneta azul aparcado en la acera justo en frente de casa. Una figura abrió la puerta y se encaminó a la puerta trasera, sacando varias bolsas de la compra. Abrí la puerta del garaje y aparqué la moto dentro. La escuché rugir una vez más antes de apagar el motor y sacar la llave. Me deshice, una vez más, del casco y me pasé una mano por el pelo. Sentia como las comisuras de mis labios se mantenian en alto y, sabía que no había forma de pararlas. Esta sonrisa duraría todo el día, o eso esperaba.

Entré en casa, temiendo que mi madre tuviera toda la casa patas arriba. Le encantaba todas esas cosas de las celebraciones, y lo había demostrado... Como había entrado por la puerta que conectaba el garaje con la casa, asomé primero la cabeza y ví a mi madre en la puerta de entrada hablando con un hombre con una gorra azul que le tapaba el pelo. Varias bolsas de plástico blancas estaban dispuestas por el pasillo de entrada. Mi madre cogió un bolígrafo y pareció firmar un papel.
(Hombre) – Si falta algún tipo de producto, solo debe contactar con nosotros. - mi madre asintió. Aproveché para correr hacia la ducha. Había conseguido escapar de ella, aunque sabía que no por mucho tiempo. Si me viera con esta sonrisa, ella cambiaria la expresión, me miraria con el ceño fruncido porque, sabría perfectamente el motivo de esta. No quería hacerla sentir mal, aunque había invitado a cenar a Mia, por lo que solo trataba de hacer que la incomodidad tardara un poco más.

Canturreé con la alcachofa de la ducha cerca de mis labios. Mantenia el ritmo con los pies, haciendo eco en todo el cuarto de baño. Escuché unos golpes en la puerta.
(Sra. Freeman) - ¿Kyle? - cesé el agua. - No sabía que habías llegado a casa. ¿Por qué no has saludado si quiera?
- Te he visto ocupada. - grité. Salí de la ducha y me envolví con la toalla.
(Sra. Freeman) – Tengo que pasar a coger la ropa sucia. - apreté el manillar, de forma que pudiera entrar. Me sacudí el pelo con un movimiento de la mano y mi madre pego un pequeño grito.
(Sra. Freeman) - ¡Kyle! Basta ya. - me pidió, aunque con una sonrisa. Se encorvó y sacó con agilidad la ropa sucia del bombo allí presente. Caminé hacia mi cuarto y cerré la puerta.
(Sra. Freeman) - ¡No tardes en bajar!
- Sí, mamá. - puse los ojos en blanco y decidí ponerme cómodo para pasar el resto del día.

Tras aquella desmesurada comida, mi padre se sentó en su lado del sofá con las piernas cruzadas y el periódico tapándole la cara y mi madre desapareció en la cocina donde empecé a escuchar el choque de la vajilla. Me llevé una mano al estómago, sentía que iba a explotar. Arrastré la silla para levantarme y una ola de calor me invadió cada parte del cuerpo. Me sujeté al respaldo de la silla y, esta vez, mi mano fue directa a la frente. Mi padre bajó el periódico, de forma que pude ver sus gafas caidas y sus ojos azules mirándome con preocupación.
(Sr. Freeman) - ¿Te encuentras bien? - levanté una mano en el aire.
- He estado mejor. - confesé. Soltó el periodico y se acercó hacía mi con rapidez. Mi madre apareció por el pasillo con un trapo en las manos. Aceleró el paso cuando nos vió en aquella situación: mi padre había pasado mi brazo por sus hombros, para cargar conmigo. Finalmente, me dejó sobre la silla de nuevo.
(Sra. Freeman) - ¡Ya sabía yo que no era una buena idea que quedaras con ella! - gritó, enfurecida.
(Sr. Freeman) – Alexis, la chica no tiene la culpa de esto. - noté la tensión en el ambiente, ¿o tal vez era el mareo? Seguro que era eso. Mi padre me sentó de nuevo en la silla y mi madre colocó un trapo mojado sobre mi nuca. Apoyé los codos sobre las rodillas e intenté respirar, aunque realmente me costaba. Las manos me temblaban, asi que formé un puño con ambas, esperando que terminara.
(Sra. Freeman) – Toma esto, Kyle. Te hará sentir mejor. - tendió su mano plana en frente de mí. En ella reposaba una pastilla alargada de un color beige.
(Sr. Freeman) – Alexis, no sé si... - mi padre calló, aunque me encontraba tan mal que ni siquiera levanté la mirada. Nunca había estado tanto tiempo mirando al suelo.
(Sra. Freeman) – Es lo que necesita. - rechistó poco tiempo después. Eché el cuerpo hacía atrás, tumbándome en la silla. Observé a mi padre antes de tomar la pastilla. Apartó la mirada, como si se hubiera rendido.
(Sra. Freeman) – Vamos, Kyle. Confia en mí. - ¿Por qué no iba a hacerlo? Al fin y al cabo, era mi madre. Me metí la pastilla en la boca, la removí un poco con la lengua hasta que me bebí el vaso de agua de un solo trago. Gotas de sudar se hacía dueña de mi frente y de mi nuca. Sentí un escalofrio y noté como la pastilla bajaba hacía mi estómago. Mi pulso subió el volumen, lo notaba en mis oidos con una intensidad indescriptible. Mi corazón corria como si no hubiera mañana. Empecé a respirar cada vez más rápido y, después, nada... Me miré las manos, que antes temblaban con vigor. Todo había parado. Mi padre nos daba la espalda y mi madre sonrió, pareciendo satisfecha.
(Sra. Freeman) – Ya te dije que te sentirias mejor. ¿Ves, Stephen? - dejó caer su mano sobre su hombro. Él me miró, una última vez, con los ojos abiertos y fue directo hacía el despacho.
(Sra. Freeman) – Sube a descansar. - me dedicó una sonrisa, y siguió a mi padre. Observé el lugar donde aquellas dos personas se había encerrado. Me acerqué hacía la puerta, dispuesto a escuchar cualquier cosa que revelara lo que acababa de ocurrir.
(Sr. Freeman) - ¡Podrías haberlo matado! - gritó. Nunca había escuchado a mi padre tan furioso.
(Sra. Freeman) – Tarde o temprano había que intentarlo y no iba a dejar que sufriera y... echarlo todo a perder. - dijo eso último en un susurro, asi que no estaba seguro de que dijera aquello exactamente. En realidad, no quería escuchar nada más. Solo quería subir las escaleras y acomodarme en mi cama, dejar caer mi cuerpo en el colchón y pensar en algo que me hiciera sentir mejor o.. ¿debería decir en alguien?.

Un estruendo seguido de un grito me despertó de un salto. Un fuerte olor me hizo toser.
- ¿Humo? - pregunté para mí mismo. Me deshice de toda la ropa de cama y bajé las escaleras corriendo. Miré mi torso desnudo. ¿Me había quitado la camiseta durmiendo? Ahora notaba que estaba sudando.
Derrapé cuando llegué a la cocina. Un nube gris se había hecho dueño de todo el techo de la cocina y el olor se estaba impregnando por toda la casa.
(Sra. Freeman) - ¡Mi pavo! - se quejó mi madre. - ¡Mi exquisito pavo!
- Querrás decir chamuscado... - dije. Mi madre me fulminó con la mirada. La bandeja estaba tirada en el suelo, junto al pavo, cuyo color marrón había sido intercambiando por un suave negro. Me encogí de hombros. - Puedes preparar otro y seguro que estará mucho mejor. - intenté calmar la situación con una leve sonrisa. Mi madre inspiró con los ojos cerrado, tratando tranquilizarse. Se incorporó aun con los ojos cerrados y sonrió.
(Sra. Freeman) – Sin duda. - me contestó.

El resto de la tarde se quedó encerrada en la cocina, siendo tan perfeccionista como solía ser. Yo me dediqué a ver partidos en diferido hasta que llegó la hora de arreglarse.
Me miré en el espejo una vez me había preparado. El traje de chaqueta estaba impecable. Me coloqué el nudo de la corbata azul marina, que resultaba con la camisa de cuadros. Me despeiné un poco el pelo, no me gustaba ir tan arreglado. Sonreí.
- Perfecto. - me dije. Salí de mi habitación y me encontré con mi abuelo en el salón, sosteniendo su reloj de bolsillo. Sabía que le encantaba, más que nada, por la foto que tenía con mi abuela colocada en aquel redondel.
(Edgar) – Vaya, vaya. ¿A quién piensas invitar esta noche? - me dedicó una media sonrisa y se le arrugó la piel pálida alrededor de los ojos azules.
- Yo también me alegro de verte, abuelo. - nos dimos la mano y terminamos abrazándonos, aunque le dí una palmada en la espalda demasiado fuerte.
(Edgar) – Eh, deja los músculos para otra persona. Esta ya no lo soporta tan bien.
- Pero si yo te veo en forma... - levantó las cejas y solté una carcajada. - Tal vez con un poco de arrugas, pero no tan mal. - asintió y levantó la mano, como pidiendo que lo dejara ya.
Cogí las llaves y bajé primero al garaje. Saqué la moto, con el pensamiento de ir a por Mia en ella pero imaginé su expresión y borré la idea de inmediato. Aún así, la dejé aparcada en la acera para la fiesta de después. Después de eso, respiré hondo y fui directo hacía la casa de Mia, que tenía las luces encendidas.
Llamé una vez al timbre y pegué unos saltitos, tal vez nervioso. La puerta se abrió, y su padre se mostró delante de ella.
- Buenas noches, Sr. Roberts. - tras devolverme el saludo y estrecharme la mano, se hizo a un lado y me hizo pasar.
(Sr. Roberts) – Debo decir que me pareció muy considerado de tu parte pasar a recoger a mi hija.
- No me fiaba a dejarla sola a estas horas de la noche y menos con un vestido como el que llevara y su fig...- al darme cuenta de lo que iba a decir, preferí callarme. El Sr. Roberts levantó una ceja.
(Sr. Roberts) – Pensaba que no te iba a tener que aclarar nada, pero ante tal comentario... he cambiado de opinión. - tragué saliva. - La quiero sana y salva, entera y sin un rasguño. Y, por favor, sin ningún bombo. - fruncí el ceño. - Ni siquiera lo pienses. - apretó la mandíbula. - No te pases con las manitas y...bueno, morritos..lo mínimo. - levantó el dedo índice.
- No me siento realmente cómodo hablando de eso con...usted. - le dije, nervioso.
(Sr. Roberts) – Bien, al menos recordarás cada una de mis palabras. - eso sin duda.
- Sí, señor. - me aclaré la garganta.
(Mia) – Ya voy, ya voy. - canturreó bajando las escaleras. Me giré para observarla. Estaba preciosa, como era de esperar. - Siento la espera pero los detalles son importantes. - me dediqué a mirarla, no podía soltar palabra y eso que ya la había visto con el traje puesto... - Bueno, ¿nos vamos? - preguntó, mordiéndose el labio, supuse que por la forma en la que la estaba mirando. Me aclaré la garganta.
- Sí, sí. Claro. - entrelacé sus dedos con los mios. Se despidió de sus padres, la imité.
Una vez cerrada la puerta me acerqué a su oido y le susurré: Estás preciosa.
(Mia) – Adoro tu camisa. - me dijo. Fruncí el ceño.
- ¿Sola la camisa? - pregunté, desconcertado. Asintió.
(Mia) – Y puede que también tu sonrisa, tu mirada, todo tú...no sé. - se encogió de hombros. No pude evitar sonreir. Me dió un pequeño beso, separándose antes de lo que me gustaría. Sonrió y tiró de mí, dirección a mi casa.

Abrí la puerta de entrada, incluyendo una leve reverencia. Coloqué mi mano delante de su cuerpo y ella la tomó con suavidad.
(Mia) – Gracias. - me agradeció con un suave tono. Traspasó el marco de la puerta seguida por mí. Se quedó mirando la decoración navideña que mi madre había preparado. El color blanco resaltaba entre los demás. Varias estrellas rojas, con picos puntiagudos, colgaban desde el techo, variendo de tamaño. Se veian separadas por grandes copos de nieve que también pendian del techo. Guirnaldas rojas y blancas se mezclaban entre sí, enrrolladas a lo largo de la barandilla de la escalera. Y, sobre nuestras cabezas, descansaba un muérdago en todo su esplendor. Levanté la mirada y Mia me imitó. Observé su expresión y me mordí el labio. Volví a sostener su mano y me acerqué a ella poco a poco. Bajó la mirada, un poco avergonzada por lo que vendría a continuación. Cerré los ojos, dispuesto a disfrutar de aquel momento que llevaba esperando toda la tarde.
(Sra. Freeman) - ¡Oh, Mia! - elevó el tono con un objetivo, separarnos, cosa que consiguió. - Ya estás aquí... - dijo con sequedad. Escuché un carraspeo y me giré.
- Abuelo, esta es Mia, mi novia. - mi abuelo la miró, luego a mí, y después a ella de nuevo. Parecía como si estuviera deliberando. Mi madre se puso tensa.
(Sra. Freeman) – Novia... - dijo entre dientes.
(Edgar) – Oh, Alexis. El chico ya es mayorcito para saber lo que se trae entre manos además, yo la veo una chica muy encantadora.
Mi madre susurró algo como 'eso es porque aún no ha abierto la boca', o algo parecido.
(Edgar) – Yo soy Edgar, señorita. - se presentó con una leve sonrisa y agachó un poco la cabeza.
(Mia) – Encantada de conocerte, Edgar. - contestó, un poco cortada.
(Edgar) – Puedes llamarme Ed. No dejo que todo el mundo me llame por mi nombre de pila. Eres una excepción. - y le guiñó el ojo. Sonreí ampliamente. Notaba como mi madre estaba apunto de tirarse de los pelos.
(Sra. Freeman) – Podéis ir pasando al comedor. - pidió, con desgana.
- Oh, mamá. - la llamé, recordando la botella de vino que Mia aún sostenía. - Mia ha traido algo.- la sostuvo en alto y se la tendió. En la etiqueta se podía leer FRAGATA, la marca del vino.
Mi madre la cogió con inseguridad. Leyó la etiqueta, o eso fingió.
(Sra. Freeman) – Bonito detalle. - nos dedicó una sonrisa forzada. - Vendrá bien para el pavo. - Mia frunció el ceño.
- ¿Para el que se te ha quemado esta tarde? Así no estará tan...seco. - dije, seguido de una carcajada. Mi abuelo soltó una risita. Mia me dió un pequeño codazo y mi madre nos fulminó con la mirada. A mi abuelo no le quedó otra que bajar la mirada y darse la vuelta, camino hacia el comedor.
- Creo que mejor... - señalé la sala con el dedo pulgar hacía atrás. Mi madre asintió con continuidad, aún con una falsa sonrisa en su rostro.
(Mia) – Siento que solo la decepciono... - dijo con tristeza. - Es que, no sé que debo de hacer para caerle bien. - esta vez, noté algo de impotencia en su voz.
- No tienes que hacer nada. Solo sé tú, como hasta ahora. Tienes que complacerme a mí, no a ella. - contesté. Pasé mi brazo por su cintura y la pegué a mí. Posé mis labios sobre los suyos. - No hay muérdago, pero sigue siendo especial ya que eres tú la persona que se encuentra junto a mí. - dije con seriedad, quería que le quedara claro. Eso no iba a cambiar. Apoyó su cabeza en mi hombro y le dí un pequeño beso en la cabeza.
- No tienes que preocuparte, a mi abuelo le has caido bien. - lo señalé. Estaba sentado en el sofá, mirando su reloj de bolsillo que siempre llevaba con él.

Mi padre no tardó en aparecer en la sala. Nos fuimos sentando alrededor de la mesa. Separé la silla de Mia y se sentó con elegancia. Seguidamente, tomé asiento justo a su lado. Mi padre se sentó en una esquina, y mi abuelo en la otra. Mi madre, sin embargo, en frente nuestra. La silla vacía solía ser de mi hermana.
La velada fue un poco incómoda. Mi padre y mi abuelo son los que más intentaban sacar algún tipo de tema. Mi madre solo abría la boca para criticar o para contradecirlos. Se podría decir que no estaba siendo una buena noche para ella.
Mi abuelo, por un intento de ser cortés y educado, empezó a meternos en la conversación, tanto a Mia como a mí.
(Edgar) – Entonces, estáis en la misma clase, supongo. - Mi boca estaba llena de pavo. Mia me miró y entendió que no le quedó otro remedio que contestar.
(Mia) - Sí, exacto.
(Edgar) - ¿Os conocisteis en el instituto?
(Mia) – No exactamente. - miré a Mia. Sonrió, pensativa. Mi abuelo entralazó los dedos y apoyó los codos sobre la mesa. - Era nueva en el barrio y pasé por las casas, ofreciendo pasteles.
- Estaban deliciosos, por cierto. - dije con la boca llena. Mia rió.
(Mia) – Quería conocer a los vecinos.
(Edgar) – Vaya, así que no eres de la isla. Interesante... - se llevó el dedo índice a la barbilla. - A Kyle le gusta lo desconocido. Solté una carcajada.
(Sra. Freeman) – Pero sus padres sí son de la isla.
(Mia) – En realidad, sí.
(Edgar) - ¿Practicas algún deporte o alguna actividad extraescolar? Ya sabes, para subir puntos para la Universidad...
(Mia) – No, pero había pensad... - mi madre la cortó.
(Sra. Freeman) - Lo que yo decía, es una mala influencia para Kyle. Una mujer de los pies a la cabeza sabría como plantear su futuro.
(Mia) – Bueno, mis notas son bastante altas y...
(Sra. Freeman) – Su madre es profesora y trabaja allí. ¿No podría tener algo que ver? - levanté la mirada, y la fulminé. ¿Qué pretendía?
(Mia) – Mi madre no tiene nada que ver con eso. Yo me esfuerzo para conseguirlo.- mi abuelo se aclaró la garganta, y mi madre mantenía una amplia sonrisa.
(Edgar) – Hablando de planes de futuro: ¿qué tienes pensado estudiar?
(Mia) – Había pensado seguir los pasos de mi madre. - lo dijo con una leve sonrisa.
(Sra. Freeman) – Seguramente para intervenir en cuanto a las notas de sus hijos. - una sonrisa maliciosa se hizo dueña de su rostro. - Kyle se merece mucho más que una simple profesora, por favor. - rechistó.
- Mm..a mí me parece bien. - mi madre me dedicó una mirada furtiva.
(Edgar) – Y supongo que Kyle sigue con la idea de ser jugador de baloncesto.
- No sigo con la idea, lo seré.
(Edgar) – Otra cosa es que llegues a ser bueno. - levantó una ceja.
- Soy bueno. - ambos empezaron a reirse, incluido sus padres. - ¿Habeis visto el partido de los Harlem? Por dios, Robien estuvo fatal.
(Sr. Freeman) – No cogía ni una.
(Edgar) – Ni encestaba.
(Sr. Freeman) – Estaba más preocupado en mirar a las cámaras. - mi abuelo soltó una carcajada.
(Edgar) - ¿No se daba cuenta de que estaba quedando en ridículo?
(Sra. Freeman) – Su mujer está embarazada. Y acaba de salir de una lesión, ¿qué os esperáis?
(Sr. Freeman) – Eso no es excusa. ¿Para qué te crees que sirve la concentración antes del partido? - refunfuñó. Mia suspiró.
(Edgar) - ¿De qué equipo eres hincha? - le preguntó mi abuelo, un poco efusivo.
(Sra. Freeman) – Ahora es cuando tiene que decir que de los Lakers...
(Mia) - ¿Hincha? - mi madre soltó una carcajada.
(Sra. Freeman) – Y encima ni idea de baloncesto...
(Mia) – No..no sigo mucho el deporte. No es un tema que me interese.
(Edgar) - ¿Y qué te interesa?
(Mia) – El medio ambiente, la conservación de la naturaleza...
(Sra. Freeman) – Vaya, ¡una hippie! - dió un golpe a la mesa. - Debí de haberlo imaginado. Quiero decir; los pelos, la ropa, su forma de ser... ¡Era obvio! ¿Cuántas veces te bañas?
- Mamá...- susurré.
(Sra. Freeman) - Lo digo por eso de “tenemos que ahorrar agua” y ese tipo de cosas que tenéis en la cabeza los de Green Peace. El olor...ahora tiene sentido. - dijo, pensativa. Noté una oleada de color recorriéndome la columna vertebral. - ¿También eres de las que se vuelve loca con el reciclaje o con la tala de árboles? - preguntó con ironía. Por el rabillo del ojo, me di cuenta de que Mia apretujaba la servilleta. - ¿O de las que se tira todo el día colocada? - Dí un golpe en la mesa y me levanté con rapidez, me extrañó que la silla no cayera tras de mí.
- ¡BASTA YA! - grité tanto como me lo permitieron mis pulmones. Solté toda la ira y las ventanas explotaron a la vez, provocando una lluvia de cristales. Mi madre se tapó la cabeza, al igual que los demás. Yo ni siquiera me moví. Mis manos se cerraron en puños y los apreté tanto que me hice daño. Mia colocó su mano sobre mi brazo.
(Mia) – Lo siento... - dijo, avergonzada. Se levantó de la mesa. - Si me disculpáis...- Y, ¿después del trato que estaba recibiendo, es capaz de disculparse? Dejó la servilleta sobre el plato y se dirigió a la puerta de entrada. Mi madre me miró con los ojos brillosos, como si estuviera apunto de echarse a llorar, aún cuando no tenía motivo alguno.
(Sr. Freeman) – Eh, Kyle, relájate. - Escuché la puerta. Mi padre colocó su mano sobre mi hombro, pero me deshice de aquel gesto y seguí los pasos de Mia.
(Sra. Freeman) - ¡Kyle, vuelve aquí ahora mismo! - la escuché gritar, aunque no le di importancia.
(Sr. Freeman) - ¿No puedes estar ni un solo día sin decirle lo que debe de hacer? ¡Es su vida y se la estás quitando! - ¿Podría ir aquello con doble sentido? Aún así, admiraba a mi padre. Su forma de actuar siempre era la adecuada. Solo quería ser como él... Y estaba seguro de que él iria detrás de la chica que amaba.
Salí al frio nocturno. Mia se estaba deshaciendo del moño que tenía como peinado hasta entonces. Su pelo, liso, cayó sobre sus hombros con una suave azotada. Me miró con la decepción pintada en su rostro.
(Mia) – Vuelve dentro. No quiero interponerme entre tu familia y tú.
- Yo he hecho mi elección y esa eres tú, si ellos no pueden aceptarlo ese no es mi problema. - la rodeé con mis brazos y noté la calidez al instante. Quería que se sintiera protegida, conmigo nadie le haria daño. Si algo tenía claro, era eso. Me notaba temblar de nuevo. Respiré de hondo, buscando la forma de calmarme y arreglar, al menos, nuestra situación. Me acerqué a la moto y Mia me miró confusa. Me subí a ella.
- Escapemos durante un rato. Solo tú y yo. - estiré el brazo, de forma que pudiera coger mi mano y aceptar mi proposición, cosa que hizo, asi que le tendí el casco.
En cuanto subió, giré el acelerador haciendo rugir el motor. Una nube de humo salió del tubo de escape.
(Mia) - ¿Y tu casco? - preguntó, preocupada.
- No lo necesito.
Toda la escena vivida con anterioridad pasó por mi mente, como si no pudiera pensar en otra cosa; mi madre mandándome; metiéndose con Mia cada vez que tenía la oportunidad; la tensión entre mi padre ella en cuanto a mí... Nada tenía sentido. Yo había perdido el sentido. Lo notaba mientras el viento me azotaba, mientras giraba en las curvas. Me salté un Stop, no paré en un ceda el paso. Bocinas, pero solo eran ruidos molestos. Nada más. Semáforo en rojo, giré el acelerador, cambié de marcha, aumenté la velocidad. Obedecer, aguantar, aguantar, aguantar... Sin pensármelo dos veces, pasé del semáforo y escuché un grito y alguien empezó a darme golpes en las costillas.
(Mia) - ¡Ky...! ¡Kyle! - empecé a escuchar. Otro grito. Solo notaba la ira recorriendo cada parte de mi cuerpo, cada extremidad, cada arteria...
(Mia) - ¡Kyle! Por favor... - más golpes en las costillas. - ¡Kyle! - mi nombre, esa era mi nombre. Oscuridad por todas partes, solo me guiaba por los faros de mi moto.
(Mia) - ¡Kyle, tranquilízate, por favor! - miré hacía un lado cuando un coche pasó a toda velocidad por el carril contrario. Noté el frio colándose por mi piel. Unas manos rodeándome y una cabeza apoyada sobre mi espalda. Mia... Pensé en su seguridad, en que ella era todo lo que me quedaba, que me había prometido a mí mismo protegerla. Frené un poco. Vi un pequeño saliente al lado del otro carril. Giré hacía ella y paré la moto en seco. Mia se bajó con rapidez y se quitó el casco. Por un lado, una montaña rocosa se alineaba con la carretera y, por otro lado, una barrera de piedra separaba la carretera de un prominente barranco que daba al mar. Escuché el rugir de las olas a pesar de la altura y el choque de estas contra las rocas abajo.
Mia me miró preocupada, y le aguanté la mirada. Aún tenso, aún sin ser yo del todo. Su voz me había provocado volver a la realidad, porque la quería. La quería. Era todo lo que me importaba.

Edited by lorebabyv - 7/6/2013, 23:19
 
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dbCris
CAT_IMG Posted on 8/6/2013, 18:02




MiaRobertsjpg

Cerré la puerta detrás de mi y dejé las llaves en el colgador.
- Buenas tardes, familia. - dije con una sonrisa nada más entrar.
(Sr. Roberts) - Vaya, que contenta vienes. ¿Una buena compra? - Le enseñé la bolsa.
- Pues si. Además, en buena compañía. - Pensé en Kyle, su sonrisa, sus besos, la forma en que la que solo él sabía hacerme reír... Mi padre también parecía pensativo.
(Sra. Roberts) - ¿Has encontrado vestido? - Me preguntó saliendo de la cocina.
- Sí, mira. - lo saqué de la bolsa y me lo pegué al cuerpo. - ¿A qué es precioso? ¿Quieres que me lo pruebe?
(Sra. Roberts) - Después, ahora lávate las manos que vamos a comer. Richard, ¿me ayudas a poner la mesa?
(Sr. Roberts) - Claro. - se levantó del sofá y fue tras ella.

Una vez que le enseñé a mis padres como me quedaba el vestido, me pasé toda la tarde eligiendo los complementos, el maquillaje, el peinado... todo tenía que ser perfecto, quería causarle una buena impresión a la madre de Kyle. Que no hubieramos empezado con buen pie no significaba que nos tuvieramos que llevar mal siempre. Aún tenía tiempo así que me senté con mis padres en el sofá disfrutando de su compañía.
(Sr. Roberts) - Tomar las uvas sin tí no será lo mismo. - Tenía la cabeza apoyada en su hombro, le abracé.
- Lo sé, pero no puedo faltar a la cena. No sería muy educado por mi parte si rechazara la invitación de Kyle y de su madre. - Suspiré. - A ver si hoy logro caerle bien.
(Sra. Roberts) - Seguro que sí, cielo. - Dijo desde el otro lado de mi padre. - No te preocupes y se tú misma. - ¿Y si siendo yo misma no le gustaba? ¿Entonces, qué? Decidí guardarme mis inseguridades.
- ¿A qué hora viene el abuelo? - cambié de tema.
(Sr. Roberts) - Le recogeré antes de cenar, sabes que no le gusta esperar demasiado. - Miré el reloj que estaba encima del mueble.
- Me tengo que ir preparando ya. - Me levanté.
(Sr. Roberts) - ¿Ya? Pero si faltan más de dos horas para que te recojan.
- Lo sé, pero no quiero que me tengan que estar esperando y prefiero vestirme con calma.
(Sr. Roberts) - Me parece que por mucho tiempo que pase nunca entenderé a las mujeres...
(Sra. Roberts) - Yo tendría que estar preparando la cena. - Se fue a levantar pero mi padre la agarró por la cintura.
(Sr. Roberts) - Yo te ayudaré, pero quédate un rato más aquí. - Mi madre le sonrió y se besaron. Aunque me resultara algo incómodo o, mejor dicho, violento, me alegraba que continuaran demostrándose su amor. En ese momento me pregunté si Kyle y yo seguiríamos queriéndonos así en el futuro, si tendríamos una relación cálida y todavía con pasión como la de mis padres, o si acabaríamos por no soportarnos mutuamente. Desaparecí escaleras arriba dándoles la intimidad que necesitaban.

Siempre con la música puesta, como si fuera una banda sonora, me duché, coloqué las extensiones en mi pelo y me vestí. Maquillaje discreto y elegante, uñas a la francesa para que la madre de Kyle no pensara que fuera gótica por llevarlas negras... Reí ante esa ocurrencia pero seguramente ella lo vería así. Tuve problemas para hacerme el recogido. Ya casi era la hora.
(Sra. Roberts) - ¿Cómo vas? - preguntó asomándose timídamente a la puerta de mi habitación.
- Vienes en el momento perfecto. ¿Me ayudas con el moño? - Se acercó y se puso manos a la obra. Llamaron al timbre. - ¡Papá, vé tú! ¡Ahora bajo! - grité poniéndome más nerviosa de lo que ya estaba. Escuchaba la voz de Kyle escaleras abajo. Estaba hablando con mi padre. ¿Qué sería lo que le estaba diciendo?
(Sra. Roberts) - Listo. - Me echó laca y lo observé.
- Perfecto. ¿Se me olvida algo? - Hice un repaso mental. - Colonia. - Me eché en las muñecas, en el pliegue de los brazos y detrás de las orejas.
(Sra. Roberts) - Tranquilízate y si el ambiente está tenso, sonríe. Una sonrisa suele aliviar la tensión. - Asentí y le di un abrazo rápido.
– Ya voy, ya voy. - dije con voz cantarina bajando las escaleras. Kyle se giró hacia mi, su deslumbrante sonrisa se hizo más amplia. El corazón me latió con fuerza. Volví la vista hacia los escalones para evitar caerme. - Siento la espera pero los detalles son importantes. - Le observé con más atención, su camisa de cuadros resaltaba sobre el traje de chaqueta oscuro y la corbata azul le daba un toque moderno y divertido. Se me quedó mirando fijamente sin decir palabra. Me hacía sentirme deseada y guapa. - Bueno, ¿nos vamos? - me mordí el labio, algo incómoda. Se aclaró la garganta.
(Kyle) - Sí, sí. Claro. - entrelazamos nuestros dedos. Me despedí de mis padres y Kyle me imitó. La mirada de mi padre me decía que estaba preocupado por mi aunque no tenía porqué, estaba con Kyle y sabía que con él estaba segura.
Tras cerrar la puerta, Kyle me susurró al oido:
(Kyle) - Estás preciosa. - Sentí que me ruborizaba.
- Adoro tu camisa. - Frunció el ceño.
(Kyle) - ¿Sola la camisa? - preguntó desconcertado. Asentí.
– Y puede que también tu sonrisa, tu mirada, todo tú...no sé. - me encogí de hombros. Se le escapó una sonrisa. Le di un beso rápido, quedándome con ganas de más. Sonreí y tiré de él, dirigiéndonos a su casa.

Kyle me abrió la puerta, haciendo una leve reverencia. Me tendió la mano y la acepté sin vacilar.
– Gracias. - le agradecí cruzando el umbral. Admiré la esmerada decoración navideña del interior. Tonos blancos y rojos lo cubrían todo. Varias estrellas colgaban del techo, con diferentes tamaños, se separaban unas de otras por enormes copos de nieve. La barandilla estaba cubierta por guirnarlas rojas y blancas. Observé a Kyle, tenía la vista fija en algo encima de nuestras cabezas, seguí su mirada, un muérdago colgaba sobre nosotros. Eso solo significaba una cosa, un beso. Nos miramos y se mordió el labio, eso le hacía más sexy todavía. Sostuvo mi mano entre la suya y se fue acercando con lentitud. Bajé la mirada, intimidada por sus ojos claros. El momento parecía no llegar nunca.
(Sra. Freeman) - ¡Oh, Mia! - elevó el tono y nos separamos enseguida. - Ya estás aquí... - dijo muy seca, ese era el mejor tono de voz con el que se dirigía a mi. Se escuchó un carraspeo y Kyle se giró. Un anciano con los ojos azules y pelo cano se encontraba a nuestro lado.
(Kyle) - Abuelo, esta es Mia, mi novia. - Le miré sorprendida. ¿Novia? Era la primera vez que escuchaba esa palabra salir de su boca y me sentí orgullosa de que se refiriera a mi de esa forma. Su abuelo dirigió su mirada hacia mi, seguidamente a Kyle, para terminar de nuevo en mí. Parecía estar reflexionando.
(Sra. Freeman) – Novia... - dijo la madre de Kyle entre dientes. La notaba más tensa que antes.
(Edgar) – Oh, Alexis. El chico ya es mayorcito para saber lo que se trae entre manos además, yo la veo una chica muy encantadora. - Sonreí alagada.
La madre de Kyle murmuró un 'eso es porque aún no ha abierto la boca', que ignoré, centrándome en el amable anciano.
(Edgar) – Yo soy Edgar, señorita. - me dedicó una leve sonrisa con una inclinación de cabeza.
– Encantada de conocerte, Edgar. - contesté vergonzosa.
(Edgar) – Puedes llamarme Ed. No dejo que todo el mundo me llame por mi nombre de pila. Eres una excepción. - me guiñó el ojo. Sonreí aún más. Miré a Kyle, él también sonreía. Aunque no debí hacerlo, disfruté con la indignación de la madre de Kyle por la respuesta de Ed.
(Sra. Freeman) – Podéis ir pasando al comedor. - pidió sin ganas.
(Kyle) - Oh, mamá. - la llamó. - Mia ha traido algo.- Recordé la botella de vino de la marca Fragata que tenía en la mano y se la ofrecí.
Su madre la cogió casi con desconfianza y miró la etiqueta.
(Sra. Freeman) – Bonito detalle. - nos sonrió forzadamente. - Vendrá bien para el pavo. - Fruncí el ceño. ¿Pero qué estaba diciendo? Era uno de los mejores vinos con los que se podía acompañar el pavo, no era para cocinar.
(Kyle) - ¿Para el que se te ha quemado esta tarde? Así no estará tan...seco. - soltó una carcajada y su abuelo rió por lo bajo. Aguanté una sonrisa y le di un pequeño codazo a Kyle. Su madre nos fulminó con la mirada, su abuelo bajó la vista y se dirigió al comedor.
(Kyle) - Creo que mejor... - señaló la sala con el pulgar, su madre asintió con una sonrisa muy poco natural en su cara.
– Siento que solo la decepciono... - dije pensando en voz alta. - Es que, no sé que debo de hacer para caerle bien. - Hiciera lo que hiciera no le iba a gustar, me sentí impotente.
(Kyle) - No tienes que hacer nada. Solo sé tú, como hasta ahora. Tienes que complacerme a mí, no a ella. - contestó. Me rodeó la cintura y me acercó a él. Terminó el beso que no habíamos podido empezar. - No hay muérdago, pero sigue siendo especial ya que eres tú la persona que se encuentra junto a mí. - dijo serio y mirándome a los ojos. Yo sentía lo mismo con él pero no me salían las palabras. Tenía un nudo en la garganta, no sabía si de ira, llanto o nervios, pero sabía que como se deshiciera iba a decir algo de lo que me arrepintiera o, peor, me pondría a llorar delante de su madre. Apoyé mi cabeza en su hombro y me dió un pequeño beso en la cabeza.
(Kyle) - No tienes que preocuparte, a mi abuelo le has caido bien. - lo señaló. Estaba sentado en el sofá mirando un reloj de bolsillo. Me encantaban esos relojes y más si tenían foto o una inscripción.

El padre de Kyle entró en la sala. Kyle se parecía mucho a él, mismo pelo, mismos ojos, incluso tenían las mismas expresiones. Nos sentamos alrededor de la mesa. Como buen caballero que era, Kyle retiró mi silla para que me pudiera sentar. Se puso en la silla a mi lado. Su padre y se abuelo se sentaron cada uno en una esquina. Su madre justo en frente nuestra. Había una silla vacía, supuse que sería de la hermana de Kyle.
Me dediqué a comer con moderación, tratando de no cometer ningún error con los cubiertos o poner los codos sobre la mesa sin darme cuenta, y a sonreir a los comentarios que hacían los demás. La incomodidad era la invitada especial de la cena. El padre y el abuelo de Kyle trataban se sacar algunos temas de conversación sin mucho éxito, ya que eran criticados duramente por la agradable sra. Freeman. Me pregunté si era siempre así o solo se comportaba de esta forma cuando estaba yo.
El abuelo de Kyle nos metió en la conversación, lo que fue muy considerado por su parte.
(Edgar) – Entonces, estáis en la misma clase, supongo. - Miré a Kyle, que tenía la boca llena. Tomé aire, parecía que me tocaba a mi contestar.
- Sí, exacto.
(Edgar) - ¿Os conocisteis en el instituto? - preguntó.
– No exactamente. - noté la miraba de Kyle en mi. Recordé la primera vez que hablamos y sonreí. Teníamos que hacer un trabajo juntos sobre nuestros antepasados para el día de Olympustime. ¿En tu casa o en la mia?, le pregunté. Vas rápido, eso me gusta, me respondió desnudándome con la mirada, ¿y qué te vas a poner?, continuó. Lencería negra y morada, le seguí el juego... Dejé mis recuerdos a un lado cuando vi que Edgar entrelazaba sus dedos y apoyaba los codos sobre la mesa esperando escuchar nuestra historia. - Era nueva en el barrio y pasé por las casas, ofreciendo pasteles.
(Kyle) - Estaban deliciosos, por cierto. - añadió Kyle con la boca llena. Reí.
– Quería conocer a los vecinos.
(Edgar) – Vaya, así que no eres de la isla. Interesante... - se frotó la barbilla con el índice. - A Kyle le gusta lo desconocido. - Este soltó una carcajada.
(Sra. Freeman) – Pero sus padres sí son de la isla. - recarcó.
– En realidad, sí.
(Edgar) - ¿Practicas algún deporte o alguna actividad extraescolar? Ya sabes, para subir puntos para la Universidad...
– No, pero había pensad... - la madre de Kyle me interrumpió.
(Sra. Freeman) - Lo que yo decía, es una mala influencia para Kyle. Una mujer de los pies a la cabeza sabría como plantear su futuro. - Ni que eso tuviera algo que ver...
– Bueno, mis notas son bastante altas y... - me volvió a cortar.
(Sra. Freeman) – Su madre es profesora y trabaja allí. ¿No podría tener algo que ver? - Me sentí realmente ofendida con esa insinuación.
- Mi madre no tiene nada que ver con eso. Yo me esfuerzo para conseguirlo.- Edgar carraspeó y la sra. Freeman mantenía una sonrisa en su cara, complacida de haberme conseguido molestar.
(Edgar) – Hablando de planes de futuro: ¿qué tienes pensado estudiar?
– Había pensado seguir los pasos de mi madre. - dije con una pequeña sonrisa. Enseñar a los niños pequeños a leer y escribir era mi sueño. Educar a los futuros dueños del planeta...
(Sra. Freeman) – Seguramente para intervenir en cuanto a las notas de sus hijos. - sonrió con malicia. - Kyle se merece mucho más que una simple profesora, por favor. - se quejó.
(Kyle) - Mm..a mí me parece bien. - intervino Kyle. Su madre le fulminó con la mirada.
(Edgar) – Y supongo que Kyle sigue con la idea de ser jugador de baloncesto.
(Kyle) - No sigo con la idea, lo seré. - dijo seguro de sí mismo. Esa era una de las cosas que más me gustaba de él, su alto autoestima.
(Edgar) – Otra cosa es que llegues a ser bueno. - levantó una ceja.
(Kyle) - Soy bueno. - nos reimos. - ¿Habeis visto el partido de los Harlem? Por dios, Robien estuvo fatal.
(Sr. Freeman) – No cogía ni una.
(Edgar) – Ni encestaba.
(Sr. Freeman) – Estaba más preocupado en mirar a las cámaras. - su abuelo soltó una carcajada.
(Edgar) - ¿No se daba cuenta de que estaba quedando en ridículo?
(Sra. Freeman) – Su mujer está embarazada. Y acaba de salir de una lesión, ¿qué os esperáis?
(Sr. Freeman) – Eso no es excusa. ¿Para qué te crees que sirve la concentración antes del partido? - refunfuñó. No tenía ni idea de lo que estaban hablando, aún resonaban en mi cabeza las palabras de la madre de Kyle. A esta mujer no podría llegar a caerle bien aunque me tirara todo el día detrás suya como un perrito faldero, aunque por Kyle lo hubiera hecho. Suspiré sin darme cuenta.
(Edgar) - ¿De qué equipo eres hincha? - me preguntó entusiasmado con el tema de baloncesto.
(Sra. Freeman) – Ahora es cuando tiene que decir que de los Lakers... - añadió, como no, la madre de Kyle.
- ¿Hincha? - esta soltó una carcajada.
(Sra. Freeman) – Y encima ni idea de baloncesto...
– No..no sigo mucho el deporte. No es un tema que me interese. - Me sentí más incómoda. No sabía para qué me preguntaban, no encajaba aquí, podrían simplemente ignorarme hasta que terminase la cena o dejarme que me fuera a casa, así no les molestaría más.
(Edgar) - ¿Y qué te interesa? - El abuelo de Kyle parecía ser el único de su familia realmente dispuesto a hablar conmigo.
– El medio ambiente, la conservación de la naturaleza...
(Sra. Freeman) – Vaya, ¡una hippie! - dió un golpe a la mesa. - Debí de haberlo imaginado. Quiero decir; los pelos, la ropa, su forma de ser... ¡Era obvio! ¿Cuántas veces te bañas?
(Kyle) - Mamá...- susurró. Sentí un calor en mis mejillas, mezcla de la vergüenza y del enfado.
(Sra. Freeman) - Lo digo por eso de “tenemos que ahorrar agua” y ese tipo de cosas que tenéis en la cabeza los de Green Peace. El olor...ahora tiene sentido. - dijo, pensativa. Me mordí la lengua tratando de no montar un numerito. - ¿También eres de las que se vuelve loca con el reciclaje o con la tala de árboles? - preguntó con ironía. Mis puños se cerraron, apretando la servilleta con fuerza. Contrólate Mia, no hagas quedar mal a Kyle, no le decepciones. - ¿O de las que se tira todo el día colocada? - Kyle golpeó la mesa y se levantó con rapidez.
(Kyle) - ¡BASTA YA! - gritó más fuerte de lo que jamás le había escuchado. Los cristales de las ventanas explotaron, llenando la sala con pequeños trozos. Me protegí la cabeza y miré alrededor sorprendida. ¿Pero qué había pasado? Cuando me recuperé del extraño suceso coloqué la mano sobre el brazo de Kyle, sus manos estaban cerradas en puños.
– Lo siento... - dije, levantándome de la mesa. - Si me disculpáis...- Dejé la servilleta sobre mi plato y fui hacia la entrada. Me puse el abrigo y salí por la puerta tratando de aguantar las lágrimas de rabia que se agolpaban en mis ojos. Si no me querían aqui que no me hubieran invitado, yo no les pedí nada, se hubieran ahorrado todo esto... Y lo peor era que había hecho que Kyle gritara a su madre, me sentí culpable. Caminé como pude por el camino de la entrada, quitándome el estúpido moño que me había hecho precisamente para parecer lo suficiente fina y adecuada para que la sra. Freeman pensara que era una buena novia para su hijo.
Escuché unos pasos detrás de mi. Le miré.
– Vuelve dentro. No quiero interponerme entre tu familia y tú.
(Kyle) - Yo he hecho mi elección y esa eres tú, si ellos no pueden aceptarlo ese no es mi problema. - Me rodeó con sus brazos, noté una lágrima caer y me la limpié antes de que se diera cuenta. Su calor me hacía sentir segura y protegida. Se separó y se acercó a su moto, aparcada en la acera, le miré confusa y se subió.
(Kyle) - Escapemos durante un rato. Solo tú y yo. - estiró el brazo con la palma hacia arriba, accedí y me tendió el casco.
Nada más subir, giró el acelerador y la moto salió disparada. Me agarré a su cuerpo.
- ¿Y tu casco? - pregunté, preocupada.
(Kyle) - No lo necesito. - iba a rechistar pero sabía que no me escucharía.
Conducía como un loco: se saltó un Stop, un ceda el paso... El semáforo se puso en rojo y, en vez de bajar la velocidad, Kyle aceleró. Grité y le golpeé las costillas para que frenara.
- ¡Ky...! ¡Kyle! - Grité. ¿Acaso no me escuchaba? - ¡Kyle! Por favor... - le seguí golpeando. - ¡Kyle! - tomé aire. - ¡Kyle, tranquilízate, por favor! - parecía que al fin me había escuchado, miró hacia un lado y empezó a frenar un poco. Paró en un pequeño saliente al lado del otro carril. Me bajé lo más rápido que pude y me quité el casco. Respiré, intentando recuperar el aliento. Escuchaba las olas del mar chocando contra las rocas, parecía que estábamos en un acantilado.
Me volví hacia Kyle, parecía fuera de sí. Aguantó mi mirada, aún tenso sobre los manillares de la moto.
- ¿Pero qué te pasa? ¿Estás loco o qué? ¡¿Es que querías matarnos?! - le grité con la adrenalina aun corriendo por mis venas. Movió los hombros para relajarse y se pasó la mano por el pelo.
(Kyle) - No, yo solo... - tomó aire y lo soltó. - Lo siento.
Le imité y tomé aire. Me aparté los mechones de pelo que tenía pegados a la cara y suspiré.
- Perdóname a mi. Después de todo lo que ha pasado y lo único que se me ocurre es gritarte. - Me apoyé con cuidado en la barrera de piedra que separaba la carretera del barranco. Nos quedamos en silencio con el sonido del mar de fondo. Era relajante. La luna brillaba sobre el agua. Miré a Kyle, que seguía sentado en la moto, y él me miró. Me acerqué a él y junté mis labios a los suyos. Esta vez no habría nadie que nos interrumpiera, pararíamos cuando quisiéramos, cuando nos quedásemos sin aliento, y así fue.
Me colocó un mechón de pelo tras la oreja y me rodeó la cintura con los brazos. Le dí un beso en la frente.
- ¿Y ahora qué hacemos? - pregunté, notando el frío a través de las medias.
(Kyle) - Todavía es temprano para ir al pub. - dijo mirando la hora. Se me ocurrió una idea.
- ¿Te apetecería venir a mi casa? Solo sería para hacer tiempo hasta que el pub abra. Aunque después de lo que ha pasado en tu casa no sé si querrás... - me calló con un beso, ya que las palabras no paraban de salir de mi boca. Sonrió ante mi expresión.
(Kyle) - Claro que quiero. - Sonreí ampliamente. - ¿Estará tu abuelo?
- Si, ¿por qué?
(Kyle) - Me debe una carrera, en la otra hizo trampas. ¡Gané yo! - Reí. Aún seguía pensando en esa carrera con las sillas de ruedas. Hizo una seña para que me montara en la moto.
- ¿Conducirás con más cuidado? - Asintió con firmeza.
(Kyle) - Te lo prometo. - Me quitó el casco de las manos y me lo ató alrededor del cuello.
- Deberías llevarlo tú esta vez. - dije apartándole las manos.
(Kyle) - De ninguna manera. No estaría tranquilo. - Me lo terminó de abrochar y me dió un golpecito en mi cabeza protegida. - Además, le prometí a tu padre que te devolvería sana y salva.
- ¿Ah, sí? ¿Y de qué más estuvísteis hablando? - Me subí, Kyle arrancó y se encogió de hombros.
(Kyle) - Cosas de hombres... - Arqueé una ceja aunque sabía que él no me podía ver. Condujo con tranquilidad por la carretera y dimos un rodeo para no tener que pasar por delante de su casa. Aparcó en la acera frente a la mia.
 
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dbCris
CAT_IMG Posted on 12/6/2013, 13:30




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Le dí la mano a Kyle y nos dirigimos sin prisa hacia la puerta. El momento de la cena daba vueltas en mi cabeza.
- Estaba pensando, ¿cómo se pudieron romper las ventanas? Nada les golpeó y, sin ofender, no creo que tu grito fuera lo suficientemente fuerte como para volar los cristales. - Saqué las llaves del bolso y las introduje en la cerradura.
(Kyle) - ¿Por qué no? Tengo buenos pulmones. - dijo con una sonrisa traviesa, golpeándose el pecho con el puño . Negué con la cabeza sin poder evitar sonreir. - ¿No me crees? ¿Quieres que te lo demuestre?
Pasamos a la entrada. La sencilla decoración navideña de mi casa no era nada en comparación con la de Kyle. Desde el salón se oían canciones y algunas voces.
- Preferiría que no lo hicieras. - Le alisé la solapa de la chaqueta sin darme cuenta. - Con una vez ya he tenido bastante. - Pensé en la desastrosa cena. Él también parecía tener la mente ida, seguramente pensando en lo mismo. Le abracé sin dejar que ninguna partícula de aire nos separase. Cerré los ojos cuando sus brazos me rodearon.
- Te quiero. - Dije cerca de su oido. Le quería como no había querido a nadie nunca, sentí mi corazón acelerarse por la sinceridad de mis palabras.
(Freddie) - ¿Veis como había escuchado algo? - Nos separamos bruscamente. - No estoy tan chocho como creeis... - Les reprochó mi abuelo a mis padres detrás de mi. Me giré, estos nos miraban sorprendidos a Kyle y a mi.
(Sra. Roberts) - Pero, ¿qué haceis aquí? Pensaba que os ibaís a quedar en casa de Kyle hasta que fuerais al pub. - Preguntó mi madre, confusa.
- Y así era, pero hemos decidido haceros una visita. - Les sonreí, tratando de no sacar el tema de la cena. Sin soltar la mano de Kyle fuimos al salón. En la televisión, una chica joven con un espectacular traje de gala muy escotado y un hombre de traje de mediana edad hablaban sobre cosas que no me interesaban. Kyle se quedó mirando el televisor sin pestañear. Le dí un pequeño tortazo en el brazo.
(Kyle) - ¿Qué? Estaba atento a lo que decían. - Se defendió.
(Freddie) - Dí que sí, hijo. Lo que sea que esté diciendo esa rubia de la delantera es de lo más fascinante.
- ¡Abuelo! - Le regañé. Alzó las manos como si no pudiera evitarlo.
(Freddie) - Es inevitable que se te vayan los ojos, querida. - Negué con la cabeza, no me podía creer lo que estaba diciendo mi abuelo. - Mientras sea solo mirar... - Le lanzó una mirada de advertencia a Kyle.
(Kyle) - Estoy de acuerdo con usted, sr. Roberts. - Mi padre se sentó en su sillón, mi madre en el otro y mi abuelo, Kyle y yo en el sofá, yo estaba entre ambos.
(Freddie) - Llámame Freddie. - le corrigió mi abuelo. Kyle asintió.
(Sra. Roberts) - ¿Queréis comer algo? - Nos preguntó. Negué con la cabeza, había perdido el apetito.
(Kyle) - No, gracias sra. Roberts.
(Sra. Roberts) - ¿Seguro? Todavía queda pavo. - Él negó. - Aqui hay aperitivos, por si quieres. - Señaló la mesita del salón: había bombones, frutos secos, mazapanes... - ¿Quieres que te fría un huevo?
(Freddie) - No, que duele. - mi abuelo se rió de su propia broma. Sonreí. La risa de mi abuelo, mi madre atiborrándonos de comida... así eran mis Navidades. Aquí sí que me sentía a gusto. Miré a Kyle a ver si a él le pasaba lo mismo. Cuando lo pilló sonrió levemente.
(Kyle) - Muy bueno. ¿Le importa si me lo apunto?
(Freddie) - Todo tuyo.
(Sr. Roberts) - ¿La moto que está fuera es tuya? - le preguntó mi padre a Kyle. Lo notaba más serio de lo normal.
(Kyle) - Sí, ¿por qué? - preguntó curioso.
(Sr. Roberts) - Tu casa está aquí al lado, ¿o es que acaso venís de otra parte? - Le miré sorprendido por su comportamiento, ¿pero es que también iba a montar un numerito?
- Papá, venimos de su casa. No seas desconfiado. - Le dije seria.
(Sra. Roberts) - ¿Quién eres tú y qué has hecho con mi marido? - Bromeó. Se levantó del sillón y se sentó en el reposabrazos del de mi padre. - El Richard del que me enamoré y sigo enamorada no dudaría de su hija. - Esto le ablandó. Suspiró.
(Sr. Roberts) - Lo siento, chico. Es que no me hago a la idea de que exista otro hombre en la vida de mi niña que no sea yo. - Mi abuelo carraspeó. - O su abuelo.
(Kyle) - No se preocupe, señor. - Me cogió la mano y me la palmeó con suavidad. - Entiendo lo que quiere decir. - Le miré, una tímida sonrisa asomaba por sus labios. - Una persona tan especial como ella no se encuentra todos los días. - Su mirada era dulce y sincera y me dejó sin aliento. Me perdí en el tono azul-verdoso de sus ojos. Quería tenerlo más cerca, lo necesitaba. Recordé que teníamos público y me paré en seco. Bajé la mirada, notando el rubor en mis mejillas.
Mi madre tenía la cabeza apoyada en el hombro de mi padre y los tres nos miraban con una sonrisa tonta.
(TV) - Pues ya quedan solo 10 minutos para las campanadas. ¿Qué crees que nos deparará el nuevo año? - le preguntó la chica al hombre interrumpiendo este momento que se estaba volviendo incómodo.
(Sra. Roberts) - ¡Las uvas! Mia, ¿me ayudas a traerlas? - Dijo señalando la cocina con la cabeza. Quería quedarme con Kyle, mi madre entendió mi expresión pero volvió a hacer la misma seña. - Por favor. - Suspiré y me levante refunfuñada. Eso significaba que quería hablarme de algo. Apreté la mano de Kyle antes de soltarla.
- Vuelvo enseguida. - No quería dejarle mucho tiempo solo a manos de mi padre y mi abuelo.
Mi madre empezó a enjuagar las uvas. En el salón comenzó una conversación, me tranquilizó oir que hablaban de deporte. Saqué los recipientes verdes con forma de racimo en los que había un hueco para cada uva.
- ¿De qué querias hablar? - le pregunté. Miró a través de la puerta para asegurarse de que no nos prestaban atención.
(Sra. Roberts) - ¿Qué ha pasado en la cena? Te conozco demasiado bien para saber que ha ocurrido algo. - Empecé a colocar las uvas. Suspiré.
- Te haré un resumen: su madre me odia, su abuelo me cae bien y creo que yo a él también, Kyle le gritó por mi culpa y se rompieron los cristales. - Solté todo el aire de golpe. Me pareció un buen resumen.
(Sra. Roberts) - ¿Se rompieron los cristales? - Me miró confundida. Asentí. - ¿Así como así? - me encogí de hombros. - ¿Por qué le gritó Kyle? ¿A quién? Y, ¿por qué dices que su madre te odia? Tienes que explicármelo mejor. - Se dió media vuelta y se apoyó en la encimera.
- No quiero dejar mucho tiempo solo a Kyle. - Miré por encima de mi hombro, parecía que seguían hablando de lo mismo. La mirada de mi madre me pudo. - Vale. - Tomé aire. - Su madre me odia porque piensa que soy una hippie que no se lava y que no me merezco a su hijo, entre otras cosas que me dijo. Kyle se enfadó, intervino para que se callara y dejara de ofenderme, adiós a los cristales y me fui de allí antes de que se pudieran empeorar más las cosas por mi culpa. - Terminé con dos de los racimos.
(Sra. Roberts) - ¡Oh, cariño! - Dijo tras un silencio, me dió un abrazo. - Voy a hablar con esa señora Freeman. Pero bueno, ¿quién se cree? - empezó a elevar la voz. La mandé callar.
- Mamá, déjalo, por favor. No quiero que empeoren las cosas.
(Sra. Roberts) - No voy a dejar que te insulten.
- Kyle ya se lo dejó claro. - Le lancé una mirada suplicante. - Por favor. - Aguantó mi mirada durante un rato y luego la apartó.
(Sra. Roberts) - Vale, pero como vuelva a decirte algo se las verá conmigo. - Asentí, estando segura de que lo decía muy en serio.

Nos tomamos las uvas y nos felicitamos unos a otros entre besos y abrazos. Kyle estaba más relajado, parecía haber cogido más confianza, sobre todo con mi abuelo.
(Sr. Roberts) - Vamos a brindar. - Sacó el champán y trajo las copas. El corcho salió disparado, afortunadamente no le dió a nadie, nos reimos. Mi madre sacó la cámara e inmortalizó esos momentos.
Encontré una vieja bolsa de serpentinas sin abrir. Saqué unas cuantas y soplé, observando el rizo deshacerse con gran elegancia. Kyle lo intentó pero no le salía. Reí.
(Kyle) - Nunca he conseguido que salga el rizo. - Le di uno nuevo y cogí yo otro.
- Mira, tienes que hacerlo así. - Lo repetí. - Sopla con suavidad y firmeza, que salga el papel poco a poco. Ahora inténtalo tú. - No lo consiguió.
(Kyle) - Esto no me sale. - Puso sus manos en mi cintura. - No sabía que se te diera tan bien eso de soplar... - lo dijo en un tono que me hizo a pensar que iba con segundas. Negué con la cabeza con una sonrisa, como siempre hacía cuando decía algo atrevido poco apropiado para la situación. Se acercó y unimos nuestros labios.
(Freddie) - Esto esta caliente. - Nos volvimos hacia mi abuelo a la misma vez. Se estaba refiriendo al champán. - Hay que meterlo en la nevera. - Kyle y yo nos miramos. Bajé la vista con una sonrisa.
Nos sentamos en el sofá y apoyé la cabeza sobre su hombro. Kyle cogió un puñado de frutos secos y se lo llevó a la boca. Me rodeó con un brazo y puso su mano sobre mi rodilla.
(Freddie) - Bueno, Kyle, hemos hablado de casi todo menos de lo más importante. - Ladeé la cabeza, ¿a qué se referiría? Se inclinó sobre su asiento. Mis padres, que compartían ahora un mismo sillón, también se centraron en mi abuelo. - ¿Ya has desflorado a mi nieta?
- ¡Abuelo! - Sentí el calor subir por mi cara, seguramente me había puesto roja. Kyle se atrangantó con los frutos secos y empezó a toser. Le di golpecitos en la espalda.
(Sra. Roberts) - Voy a por agua. - Se levantó y fue a la cocina.
(Sr. Roberts) - Papá, ¿cómo se te ocurre preguntarles eso? - le regañó. Kyle seguía tosiendo, también estaba rojo pero no sabía si era porque no le llegaba el aire o por la pregunta.
(Freddie) - Vamos, Richard, no me digas que tú no te lo preguntas también. Fíjate como se miran, como se tocan... saltan chispas cada vez que lo hacen. - Mi madre trajo el vaso y Kyle bebió un pequeño sorbo. Parecía habérsele pasado aunque aún no podía hablar.
(Sra. Roberts) - Menuda forma tienes de ir al grano, suegro.
(Freddie) - ¿Y cómo se lo debería haber dicho? Las otras formas que se me ocurrían eran peores. - Kyle siguió bebiendo agua poco a poco. - Bueno, lo hayais hecho o no, tomad precauciones. Teneis toda la vida por delante y un hijo, aunque sea una alegría, es una gran responsabilidad. Me gustaría ser bisabuelo pero no de esa forma.
- No te preocupes. Puedes estar tranquilo por eso. - Dije sin saber cómo cambiar de tema. Me volví hacia la televisión y ellos hicieron lo mismo.
(Sra. Roberts) - Me encanta esta canción. - Cogió el mando y subió el volumen. Le puse una mano en el brazo a Kyle.
- ¿Estás mejor? - Asintió, parecía que ya había recuperado su color de piel natural.

No tardamos mucho en despedirnos de mis padres y de mi abuelo y nos marcharnos de ahí.
- Lo siento mucho. - Le dije a Kyle nada más cerrar la puerta. - No me esperaba eso de mi abuelo, aunque conociéndolo, debería. - admití. Me rodeó la cintura con un brazo.
(Kyle) - No te preocupes. - Me dió un beso en la cabeza. - Nunca había escuchado la palabra desflorar para referirse a eso. - Sonrió.
- Bueno, ¿y qué te ha parecido mi familia? - Le pasé el brazo por la espalda, notando su anchura.
(Kyle) - Parece que estais muy unidos, son divertidos, aunque tu padre me da un poco de miedo. - Reí.
- ¿Mi padre? No mataría ni a una mosca. - Se encogió de hombros y me ofreció el único casco. Iba a protestar pero me lanzó una mirada de advertencia. De nada serviría quejarme. Nos montamos en la moto y nos dirigimos hacia el pub.
 
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lorebabyv
CAT_IMG Posted on 2/9/2013, 17:07






La puerta del garaje empezó su ascenso con un estruendo. Bajé del coche y tuve la necesidad de sacudirme las manos. Le eché una ojeada. El color negro del coche había sido intercambiado por un sucio y oscuro marrón. No pude evitar echarle una mirada de asco. Escuché un pequeño grito, seguidamente de unas pisadas leves y rápidas bajando las escaleras. Luce se encontraba con las manos delante de su cara, tapándose la boca, demasiado sorprendida.
- Un pequeño problema que tiene solución. Agua, jabón y...
(Luce) – Muchas horas de limpieza. - me cortó. ¿Pero se puede saber dónde te has metido?
- No es mi culpa que las lluvias de los otros días hayan dejado las caminos de esa manera.
(Luce) – Pero, ¿qué tipo de caminos? - me fulminó con la mirada. - No pienso limpiar esto. - se cruzó de brazos.
- ¿Qué? - pregunté, confuso. - Es tu trabajo. - le reproché.
(Luce) – Mi trabajo es limpiar esta casa, no tu coche. - observé como abría el armario de la limpieza.
- El coche está en la casa. Es tu obligación. - levantó un cubo mediano sobre su cabeza.
(Luce) – Cuidarte también es mi obligación. Ahora, limpia. - el cubo voló por los aires, y tuve que hacerme con él antes de que arañara algunos de los coches. Seguidamente, un trapo se chocó contra mi cara.
- No entiendo tu forma de “cuidar”. Mandarme a limpiar no es cuidar, Luce.
(Luce) – Oh, claro que lo es. Porque, si no, tu padre y tu abuelo te matarán.
- Menuda novedad... - susurré. - Tengo que prepararme, ya llegaba tarde.
(Luce) – Ese no es mi problema. Más vale que te des prisa.- y desapareció escaleras arriba. Resoplé y miré a mi alrededor. ¿Por dónde debería empezar? Pasaba de meterme en más problemas y, tras la tarde pasada, no tenía nada que perder.
Llené el cubo de agua y lo volqué sobre el coche, lo que terminó salpicándome. Eché un poco de jabón en el agua, pero tras meter varias veces el trapo en el agua, terminó lleno de espuma, al igual que todo yo. Escuché la puerta de entrada cerrarse. Saqué el móvil de mi bolsillo dispuesto a mirar la hora.
- Mierda. - maldije. Demasiado tarde. Dejé todo aquello como estaba, patas arriba, y abrí la puerta que daba del garaje a la casa. Asomé un poco la cabeza para ver si había alguien. Escuché voces en la cocina, asi que, me decidí y salí corriendo hacía las escaleras, dirección a mi cuarto. Me apoyé sobre la puerta y dejé salir un sonoro resoplido.
(Luce) – ¡Jeremy Dean Bale! - gritó una voz familiar. Me encogí de hombros. - ¡¿Pero qué es todo esto?! - abrí la puerta lentamente, evitando que hiciera cualquier tipo de ruido. Escuché como la fregona se deslizaba por el suelo una y otra vez. - Al final tendría que haber limpiado yo el coche. Me da más trabajo todavía. Mira que cruzar toda la casa lleno de espuma... - resistí las ganas de soltar una carcajada.
Tras todo esos traspiés, me preparé lo más rápido que pude. La ducha no duró más de tres minutos. Al menos intentaría estar presentable, pero no para aquellos que me esperaban en el comedor.

Bajé las escaleras colocándome la americana. Me pasé una mano por el pelo. Mi padre y mi abuelo se encontraban, cada uno en una esquina de la chimenea, ambos con un vaso de coñac en la mano. Mi abuelo se quitó el puro de la boca con la misma elegancia de siempre. Me estremecí. Con paso seguro, se acercó hacía mí con el brazo extendido. Le estreché la mano. Mi padre me dedicó una mirada de complicidad, como si todo estuviera siendo perfecto hasta ahora. Ojalá siguiera así.
Nos colocamos en la mesa del comedor, cada uno en su sitio de siempre y, por supuesto, mi abuelo presidiendo la mesa. Luce, hoy, cenaría con nosotros, aunque estaba seguro de que apenas podrías “disfrutar” de su compañía, ya que seguía siendo una sirvienta más, dispuesta a cumplir con su trabajo. Luce levantó la tapadera grisácea que cubría el pavo para que no se enfriara y, cortos hilos de humo ascendieron hacía el techo. El olor invadió la sala y me coloqué la servilleta con suavidad sobre los pantalones. Mi abuelo se la puso de babero, reí un poco avergonzado por él y mi padre me fulminó con la mirada. Para, entendido.
Pensaba que, al menos esta velada sería un poco menos aburrido por ser una noche especial, pero siempre terminaban hablando de lo mismo: negocios, negocios, negocios... Para un adolescente no es que eso fuera realmente divertido, y más teniendo en cuenta que ni siquiera podías levantarte de la mesa. Solté un suspiro y mi abuelo me miró de reojos.
(George Bale) – A caso, ¿te aburres hablando de lo que te da de comer? - bajé la mirada. - A tu edad, yo estaba apunto de encargarme de la empresa que llevo ahora. Deberías prestar más atención, por lo que te toca en el futuro. - el peso cayó sobre mis hombros.
- ¿No crees que podriaís hablar de negocios en otro momento? ¡Es navidad! - rechisté.
(George Bale) – Y, por si no lo sabías, los negocios son mayores en esta época. Danny, ¿qué le estás enseñando a este chico? - mi padre, al igual que yo anteriormente, bajó la mirada.
- No todo trata sobre trabajar. Solo quiero disfrutar de mi adolescencia.
(George Bale) - ¿Mientras disfrutas del dinero de tus padres? Eres una vergüenza para esta familia. No mereces ser un Bale. Ya deberías saber lo importante que son los negocios en esta familia. Has olvidado tus raíces.
- Prefiero no ser un Bale si tengo que ser como tú. Paso de acabar como un viejo amargado que lo único que hace es revolcarse en dinero. Prefiero tener una familia y alguien que me quiera. La abuela tenía todas las razones del mundo para dejarte como lo hizo. Seguro que aquel hombre la trató mejor que tú.
(George Bale) – Pero, ¿cómo te atreves...? - dió un golpe en la mesa. Mi padre se puso tenso.
(Sr. Bale) – Jeremy...
- No, papá. Puede que a tí te haya terminado manejando como quiera, pero no a mí. Y no, no he olvidado mis raíces, abuelo. Sé de donde vengo, y no es exactamente de los negocios, si no de la humildad. Todo por lo que nuestra familia ha luchado, tú lo estás echando a perder. Me levanté de la mesa, dejando de un golpe la servilleta sobre ella. Y, tras mi breve y gran discurso... - Si me disculpáis. - eso fue como una bofetada. Podría seguir siendo responsable en cuanto a mis actos. Mi abuelo se puso de pie también, y me siguió con la mirada hacía la puerta. Giré del pomo y tiré de la puerta, cerrándola de un portazo. Nadie intentó pararme, tal vez porque cada palabra que por fin había logrado soltar, tenía su parte de sinceridad. Si había una persona que realmente podía hacer una noche especial, esa era Natalie.
 
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lorebabyv
CAT_IMG Posted on 15/10/2013, 20:11






Apagué el motor una vez llegué a la casa de Natalie. La mayoría del vecindario mantenían las luces prendidas y una envidia fugaz me traspasó al pensar que aquellas familias sí estaban pasando un Navidad en vacaciones. Mantuve el móvil sobre mis manos, un poco inseguro. Busqué en la agenda el número de Natalie y, al ver su foto al lado de éstos, supe lo que quería: disfrutar de esta Navidad a su lado y, tal vez de muchas otras. ¿Pero qué digo? Me maldije por pensar de aquella manera sabiendo que toda persona que entrara en mi vida simplemente huiría al conocer a mi familia. Yo no era tan diferente de ellos, ¿o sí? Decidí dejar de tortutarme y empecé a escribirle un mensaje: Estoy fuera, esperándote con el coche. Apoyé la cabeza sobre el cabecero del coche, esperando que el móvil vibrara pronto. Eché una ojeada a la casa y me estiré un poco la camisa del cuello, agobiado.
Observé como alguien salía de la casa y se acercaba hacía mi coche. A pesar de los adoquines y de los altos tacones, se movía con elegancia y decisión. Sin duda, no podía ser Natalie. La figura se posó delante de mi ventanilla, levantó la mano y seguidamente dió dos pequeños golpes con los nudillos en ella. La Sra. Rhodes esperaba ansiosa, con una amplia sonrisa. Me aclaré la garganta y apreté el botón, provocando que la ventanilla descendiera poco a poco.
(Sra. Rhodes) – No he podido fijarme en que estabas aquí parado.
- No quería molestar, solo... - no sabía cómo continuar. Esto era algo que no me esperaba.
(Sra. Rhodes) - ¿No deberías estar disfrutando de la Navidad con tu familia? - preguntó un poco más seria, aunque notaba la preocupación en su ceño fruncido.
- Bueno, mi familia es algo complicada. - logré soltar. Odiaba hablar de todo eso, y más con la Sra. Rhodes...
(Sra. Rhodes) – Algo me dice que tú no eres exactamente fácil. - rechistó, acercándose un poco más hacía mí, pero con una sonrisa pícara. ¿Había bebido de más?
- Emm.. Soy un Bale. - me encogí de hombros.
(Sra. Rhodes) – Oh, ya me imagino lo que eso significa. - bajé la mirada. - De todas formas, nadie puede cambiar de dónde viene, pero eso no es algo que te describa. Vamos. - se separó del coche, dejándome espacio suficiente para abrir la puerta del coche. Empezó a rodear la parte delantera de éste y, al ver que no la seguía, me miró con la cabeza ladeada. - ¿Prefieres pasar la Navidad metido en un coche? Además, hace frio. - saqué las llaves y me bajé del coche, dispuesto a seguirla.
Cuando la gran puerta blanca se dispuso ante mí, me hizo dudar.
(Sra. Rhodes) – Pasa, pasa, no te cortes – dijo dulcemente, pero a la vez con autoridad. Recorrí el recibidor hacía el salón, traspasando el umbral con una mano en la nuca, algo avergonzado. Noté todas las miradas posadas en mí. Busqué con la mirada a aquella persona que realmente había venido a ver. Su pelo descansaba sobre un rebelde moño. Le dediqué una sonrisa ladeada y la recorrí con la mirada una vez más, sintiéndome cada vez más necesitado de ella, como si con tan solo de mirarla no tuviera suficiente. Estaba preciosa e... irresistible. Sonreí ampliamente al encontrarme con su mirada, aunque ambos evitamos nuestras miradas lo más pronto posible, e intenté disimularla.
(Cristie) - ¿Qué haces tú aquí? – preguntó borde.
(Jeremy) – Emm, como… - no sabía exactamente que decir – como el día de la nieve me trajeron, esta era una buena oportunidad de devolver el favor – logré decir.
(Sr. Rhodes) – Este chico me gusta, buen gesto – soltó, y me sentí complacido.
(Josh) – Este es más guapo que el anterior – escuché decir a un chico que se encontraba al lado de Natalie. Sin duda, era algún familiar. Y, aquello me llamó la atención. ¿Que el anterior?
La Sra. Rhodes sirvió unas copas, tendiéndome una; brindamos y, sin ni siquiera pertenecer a aquella familia, me sentí más cómodo que con la mía. La tal Mikayla insistió en congelar aquel momento. Me coloqué al lado de Natalie, y posé mi mano sobre su espalda con suavidad. De reojos, observé como Natalie mantenía una amplia sonrisa en su rostro. Una vez capturado el momento, dejamos la casa, no sin antes despedirme de todos con gran agradecimiento: la Sra. Rhodes me dedicó un fuerte abrazo, el Sr. Rhodes un seguro apretón de manos acompañado de una leve sonrisa, al igual que los primos de Natalie. Sin embargo, Cristie se quedó plantada en el sofá cruzada de brazos mirando a la nada.

(Natalie) - Lo siento, lo siento, lo siento – empezó a disculparse cuando se sentó en el asiento del copiloto. Eché a reir.
– No pasa nada – siguió negando con la cabeza – de verdad… - intenté convencerla. – Pero tendrás que hablarme de ‘ese otro’ – le dije, tal vez un poco celoso. Si había algo que me costaría aceptar alguna vez, es que esta Navidad acompañada de la familia Rhodes no había estado mal, al fin y al cabo. Sería mejor que Kyle o Joe no se enteraran. Arranqué el coche y piso el acelerados a fondo, dirección a la fiesta en el pub.
 
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lorebabyv
CAT_IMG Posted on 24/10/2013, 19:50






Olía el salitre del mar unos metros más abajo. El viento me golpeaba con suavidad. Pero no podía escuchar las olas del mar chocar contra la puntiagudas y peligrosas rocas. Mi pulso acelerado se apoderó de mis oidos. Pum, pum, pum. Apreté el manillar de la moto intentando relejarme. Tenía que controlarme, Mia estaba cerca y no podía ponerla en peligro, no otra vez.
Mia se giró bruscamente, dedicandome una fria pero preocupada mirada. Aguanté mis ojos sobre los suyos. Me empezaban a doler los nudillos y, sin duda, se habrían tornado de un calor blanquecino, pero no me importaba. Noté una ráfaga de calor invadiendo mi cuerpo. Apreté la mandíbula, impediendo que lo que fuera eso consiguiera salir. Me centré en Mia. Solo en ella.
(Mia) - ¿Pero qué te pasa? ¿Estás loco o qué? ¡¿Es que querías matarnos?! - me gritó alterada. El calor fue descendiendo y fui capaz de tomar el control, el control de mi persona. Moví un poco los hombros con el fin de relajarme y me pasé una mano por el pelo.
- No, yo solo... - sabía que todo por lo que le había hecho pasar había sido una locura. Ni siquiera la merecía. - Lo siento. - logré decir, aunque sabía que eso ni siquiera era suficiente.
La observé tomar aire. Se apartó unos mechones de pelo que el viento había obligado a caer sobre su cara, adheriéndose a ella. Ojalá hubiera sido capaz de acercarme a ella y haber sido yo el que se los hubiera apartado. Soltó un pequeño suspiro. Sin embargo, lo único que podía hacer era quedarme allí parado. ¿Cómo podía haber cambiado todo en unos minutos? Ahora tenía miedo de hacerle daño aún a sabiendas que sería incapaz de herirla o de cualquier otra cosa parecida.
(Mia) - Perdóname a mi. Después de todo lo que ha pasado y lo único que se me ocurre es gritarte. - Se apoyó contra la barrera de piedra y nos quedamos en silencio. Ahora empezaba a escuchar el romper de las olas, cosa que me ayudó a tranquilizarme. Continué apoyado sobre la moto y nuestras miradas se cruzaron una vez más. Se acercó a mí y colocó sus frios labios sobre lo mios. Pensé en todo lo que tenía y en cómo la necesitaba. Tal vez mis poderes habían venido a mí con el fin de protegerla.
Le coloqué un mechón de pelo tras la oreja y rodeé su cintura con seguridad. Me dió un pequeño beso en la frente.
(Mia) - ¿Y ahora qué hacemos? - preguntó. Se encogió un poco, supuse que por el frio.
- Todavía es temprano para ir al pub. - respondí mirando la hora en el móvil.
(Mia) - ¿Te apetecería venir a mi casa? Solo sería para hacer tiempo hasta que el pub abra. Aunque después de lo que ha pasado en tu casa no sé si querrás... - junté mis labios con los suyos, haciendo que se mantuviera callada y que solo se pudiera escuchar el rugir del viento. Sonreí al ver su expresión.
- Claro que quiero. - me dedicó una amplia sonrisa. - ¿Estará tu abuelo?
(Mia) - Si, ¿por qué?
- Me debe una carrera, en la otra hizo trampas. ¡Gané yo! - soltó una carcajada.
(Mia) - ¿Conducirás con más cuidado? - asentí con firmeza.
- Te lo prometo. - me hice con el casco que sujetaba con ambos manos y se lo coloqué son suavidad, atándoselo alrededor del cuello.
(Mia) - Deberías llevarlo tú esta vez. - reprochó apartando mis manos.
- De ninguna manera. No estaría tranquilo. - se lo terminé de abrochar y le dí un pequeño golpe sobre este. - Además, le prometí a tu padre que te devolvería sana y salva.
(Mia) - ¿Ah, sí? ¿Y de qué más estuvísteis hablando? - se subió con facilidad. Sin duda, le estaba cogiendo el triquillo a la moto. Sonreí complacido y arranqué. Me encogí de hombros ante su pregunta.
- Cosas de hombres... - Conduje con tranquilidad por el asfalto, siguiendo cada norma de tráfico, o al menos las que pensaba que eran más peligrosas de pasar por alto. Decidí dar un rodeo, evitando pasar por mi casa. Demasiados malos momentos que por una noche quería olvidar. No tardé en parar frente a la casa de Mia, donde las luces de Navidad titilaban en el exterior.

Mia entrelazó nuestras manos y nos dirigimos sin prisa hacia la puerta.
(Mia) - Estaba pensando, ¿cómo se pudieron romper las ventanas? Nada les golpeó y, sin ofender, no creo que tu grito fuera lo suficientemente fuerte como para volar los cristales. - empezó a decir algo curiosa y confundida mientras buscaba sus llaves de casa en su bolso.
- ¿Por qué no? Tengo buenos pulmones. - contesté con una pícara sonrisa, golpeándome el pecho con el puño. Estaba seguro de que si le decía lo que podría haber sido se asustaría y no querría volver a verme o peor aún, querría llevarme a analizar o algo parecido. Me estremecí al pensarlo. Al fin y al cabo soy una persona normal, ¿no?. Aún mantengo las dos piernas y los dos ojos. Suspiré con suavidad. Mia sonrió ante mi comentario. - ¿No me crees? ¿Quieres que te lo demuestre? - abrió la puerta y pasamos al recibidor. Su decoración era sencilla y acogedora, nada comparable con la mía, cosa que me hizo sentir mejor. Algunas canciones y voces se abrieron paso por la casa.
(Mia) - Preferiría que no lo hicieras. - me alisó la solapa de la chaqueta. - Con una vez ya he tenido bastante. - Lo ocurrido en la cena sería algo que nunca le perdonaría a mi madre. Noté sus brazos a mi alrededor, abrazándome con fuerza. E hice lo mismo.
(Mia) - Te quiero. - Me susurró al oido. Sonreí levemente. Yo también te quiero, Mia. Pensé. Y fui a decirlo pero...
(Freddie) - ¿Veis como había escuchado algo? - Nos separamos bruscamente. - No estoy tan chocho como creeis... - Les reprochó mi abuelo a los padres de Mia. Ambos nos miraron con sorpresa.
(Sra. Roberts) - Pero, ¿qué haceis aquí? Pensaba que os ibaís a quedar en casa de Kyle hasta que fuerais al pub. - preguntó su madre, algo confusa.
(Mia) - Y así era, pero hemos decidido haceros una visita. - contestó Mia con una leve sonrisa. Era la mejor respuesta que podía dar. Volví a sentirme culpable porque mi familia nunca lograría tratar a Mia como la suya lo hacía conmigo, exceptuando a mi abuelo, o eso creo. Seguí cogido de la mano de Mia y nos dirigimos al salón. La televisión estaba encendida y una chica joven con un espectacular traje de gala muy escotado y preciosas características, aunque no comparables a las de Mia, por supuesto (algunas veces olvidaba que ella no podía entrar en mi mente de la misma forma que yo lo hacía muy de vez en cuando), y un hombre de traje de mediana edad hablaban sobre las navidades pasadas y se dedicaban a bromear entre ellos.
- ¿Qué? Estaba atento a lo que decían. - me defendió al notar un pequeño tortazo por parte de Mia en el brazo.
(Freddie) - Dí que sí, hijo. Lo que sea que esté diciendo esa rubia de la delantera es de lo más fascinante.
(Mia) - ¡Abuelo! - le reprochó.
(Freddie) - Es inevitable que se te vayan los ojos, querida. - Mia negó con la cabeza, un poco enfadada y sorprendida por lo que estaba diciendo su abuelo. - Mientras sea solo mirar... - me traspasó con la mirada, advirtiéndome de no sobrepasar los límites.
- Estoy de acuerdo con usted, sr. Roberts. - asentí. El padre de Mia se sentó en un sillón, su madre en el otro y los tres restantes, es decir, Mia, su abuelo y yo, en el sofá, quedando Mia en medio de ambos.
(Freddie) - Llámame Freddie. - me corrigió, y asentí.
(Sra. Roberts) - ¿Queréis comer algo? - nos preguntó, y ambos negamos.
- No, gracias sra. Roberts.
(Sra. Roberts) - ¿Seguro? Todavía queda pavo. - volví a negar. Era inevitable volver a pensar en la cena. Parecía una tortura. De repente, una imagen del pavo vivo, correteando tras mi madre ocupó mi mente. Resistí las ganas de soltar una carcajada. - Aqui hay aperitivos, por si quieres. - Señaló la mesita del salón: había bombones, frutos secos, mazapanes... - ¿Quieres que te fría un huevo?
(Freddie) - No, que duele. - soltó una carcajada, echando la cabeza un poco hacía atrás. Me quedé pensativo durante un segundo hasta que... ¡ya! Lo había pillado. Sonreí levemente.
- Muy bueno. ¿Le importa si me lo apunto?
(Freddie) - Todo tuyo.
(Sr. Roberts) - ¿La moto que está fuera es tuya? - me preguntó el padre de Mia un poco serio.
- Sí, ¿por qué? - pregunté.
(Sr. Roberts) - Tu casa está aquí al lado, ¿o es que acaso venís de otra parte? - ¿Cómo se había dado cuenta de eso y había sido capaz de unir esos puntos? Alcé una ceja.
(Mia) - Papá, venimos de su casa. No seas desconfiado. - le reprochó Mia también seria.
(Sra. Roberts) - ¿Quién eres tú y qué has hecho con mi marido? - Se levantó del sillón y se sentó en el reposabrazos donde se encontraba el Sr. Roberts. - El Richard del que me enamoré y sigo enamorada no dudaría de su hija. - Soltó un pequeño suspiro.
(Sr. Roberts) - Lo siento, chico. Es que no me hago a la idea de que exista otro hombre en la vida de mi niña que no sea yo. - El abuelo de Mia soltó un sonoro carraspeo. - O su abuelo.
- No se preocupe, señor. - Coloqué la mano de Mia sobre la mia y la palmeé, sabiendo que no permitiría que le ocurriera nada malo. - Entiendo lo que quiere decir. Una persona tan especial como ella no se encuentra todos los días. - Respondí con toda la sinceridad que me azotó en ese momento, dedicándole una suave sonrisa. Mia me miró como hipnotizada y, por unos segundos, olvidé que delante de nosotros se encontraba gran parte de su familia. Miré sus labios, dispuesto a besarlos como tantas veces había hecho, pero ella se fue apartando lentamente y no me quedó otra que saborear el amargo gusto de la derrota.
(TV) - Pues ya quedan solo 10 minutos para las campanadas. ¿Qué crees que nos deparará el nuevo año? - le preguntó la chica al hombre interrumpiendo este momento que se estaba volviendo incómodo.
(Sra. Roberts) - ¡Las uvas! Mia, ¿me ayudas a traerlas?- noté a Mia dudosa a mi lado. Yo tampoco quería que se marchara. Cada vez que no la sentía a mi lado me sentía diferente, como si faltara una parte de mí. - Por favor. - suspiró y se levantó refunfuñando. Apretó mi mano y, antes de que la soltara, se lo devolví.
(Mia) - Vuelvo enseguida. - observé como cruzaba el salón, dirección a la cocina tras su madre.
El Sr. Roberts me hizo la estancia sin Mia un poco más placentera. Tocamos el tema del baloncesto, ya que a los tres nos interesaban. Comentamos los últimos partidos y fichajes. Me sentí cómodo entre ellos. Ya podía imaginarme en aquella situación Navidad tras Navidad, con pequeños niños correteando por el pasillo o revolcándose en los sillones.

Mia y su madre no tardaron en volver con pequeños recipientes ovalados entre las manos, en las que se disponían doce uvas. Una vez pudimos con todas las uvas, nos felicitamos los unos a los otros y se me hizo un nudo en el estómago recordando a mi familia. Era la primera Navidad que pasaba sin ellos, sin sentir el fuerte apretón de mi abuelo, el seguro abrazo de mi padre y el incordioso beso de mi madre pero, aún así, lo echaba de menos.
(Sr. Roberts) - Vamos a brindar. - Sacó el champán y trajo las copas. El corcho salió disparado, afortunadamente no le dió a nadie, nos reimos. La madre de Mia sacó la cámara e inmortalizó esos momentos.
Mia dispuso sobre la mesa varos bolsas de serpertina sin abrir. Observé como sacaba una y sopló en medio de ella, provocando que esta se deshaciera como un torbellino clásico. Traté de imitarla, pero fue un intento fallido.
- Nunca he conseguido que salga el rizo. - le confusé. Me tendió otro con dulzura.
(Mia) - Mira, tienes que hacerlo así. - Lo repitió y empezó a explicarme. - Sopla con suavidad y firmeza, que salga el papel poco a poco. Ahora inténtalo tú. - Seguí sin conseguirlo. Me sentía estúpido.
- Esto no me sale. - Puse mis manos sobre su cintura. Sin duda, había cosas que se me daban mejor. Me mordí el labio. - No sabía que se te diera tan bien eso de soplar... - Alcé una ceja y lo acompañé de una sonrisa traviesa. Mia negó con una sonrisa, sabiendo cuales eran mis verdaderos pensamientos. Me acerqué a ella hasta que nuestros labios se rozaron.
(Freddie) - Esto está caliente. - Nos volvimos hacia mi abuelo a la misma vez con brusquedad, un poco sorprendidos ante tal comentario hasta que nos dimos cuenta de que se estaba refiriendo al champán. - Hay que meterlo en la nevera. - Mia y yo cruzamos nuestras miramos y ella bajó la vista con una sonrisa.
Nos sentamos en el sofá y apoyó su cabeza sobre mi hombro. Cogí un puñado de frutos secos y me lo llevé a la boca. La rodeé con un brazo y coloqué mi mano sobre su rodilla.
(Freddie) - Bueno, Kyle, hemos hablado de casi todo menos de lo más importante. - Dijo y se inclinó sobre su asiento. Los padres de Mia también estaban curiosos por saber cuál sería su pregunta. - ¿Ya has desflorado a mi nieta?
(Mia) - ¡Abuelo! - Ante la inesperada pregunta, me atraganté con los frutos secos y empecé a toser. Mia me dió golpecitos en la espalda, aunque no estaba siendo de gran ayuda.
(Sra. Roberts) - Voy a por agua. - escuché a decir a su madre entre toses.
(Sr. Roberts) - Papá, ¿cómo se te ocurre preguntarles eso? - le regañó. Noté como mis mejillas pasaban a tomar un color rojizo, tal vez la pregunta. El calor volvió a tomar presencia en mi cuerpo.
(Freddie) - Vamos, Richard, no me digas que tú no te lo preguntas también. Fíjate como se miran, como se tocan... saltan chispas cada vez que lo hacen. - Su madre me tendió un vaso de agua y noté como los frutos secos iban abriéndose paso hacía mi estómago. Si soltaba una palabra, lo más seguro que es empezara a toser de nuevo. Intenté respirar con suavidad y me pasé una mano por lo ojos lagrimosos.
(Sra. Roberts) - Menuda forma tienes de ir al grano, suegro.
(Freddie) - ¿Y cómo se lo debería haber dicho? Las otras formas que se me ocurrían eran peores. - seguí dando pequeños sorbos. Esta familia cada día me sorprendía más. - Bueno, lo hayáis hecho o no, tomad precauciones. Teneis toda la vida por delante y un hijo, aunque sea una alegría, es una gran responsabilidad. Me gustaría ser bisabuelo pero no de esa forma.
(Mia) - No te preocupes. Puedes estar tranquilo por eso. - contestó un poco cortante. Se centró en la televisión y decidí hacer lo mismo. No había pensado en “desflorar” a Mia, al menos no de esa manera. Tal vez al principio, antes de que pasara a ser una persona tan importante. Ahora solo pensaba en hacerla mía, nunca mejor dicho, en disfrutar de sus caricias y de sus besos. Y, bueno, si era con lencería negra de por medio...
(Sra. Roberts) - Me encanta esta canción. - Dijo subiendo el volumen de la televisión. Mia colocó su mano sobre mi brazo.
(Mia) - ¿Estás mejor? - Preguntó preocupada. Asentí.

Tras despedirnos de todos aquellos que se encontraban en su casa, nos dirigimos hacía la moto para poder disfrutar de la fiesta en el pub y lograr olvidar todo.
(Mia) - Lo siento mucho. - me dijo al cerrar la puerta. - No me esperaba eso de mi abuelo, aunque conociéndolo, debería. - sonreí. Era algo que yo también me esperaba pero, no sabía cómo, en realidad me había pillado por sorpresa.
- No te preocupes. - le dí un beso en la cabeza. - Nunca había escuchado la palabra desflorar para referirse a eso. - sonreí.
(Mia)- Bueno, ¿y qué te ha parecido mi familia? - me pasó un brazo por la espalda.
- Parece que estais muy unidos, son divertidos, aunque tu padre me da un poco de miedo. - Rió.
(Mia)- ¿Mi padre? No mataría ni a una mosca. - Me encogí de hombros y le ofrecí el casco. Ví sus intenciones de protestar pero le lancé una mirada de advertencia. Una vez que noté sus brazos seguros alrededor de mi torso, arranqué y conduje con cuidado hacía el pub.
 
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